Desde San Juan de Puerto Rico, el viejo San Juan

Vaya salto ¿eh? Desde la última vez que nos comunicamos, hemos pasado unos días en el tranquilo y precioso fondeadero del arrecife de Culebra, pequeña isla perteneciente a Puerto Rico y que forma parte de lo que ahora llaman Islas Vírgenes Españolas.

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Allí coincidimos cuatro veleros españoles, a saber: La Peregrina de Cristina y Javier Babé (el capitán que dirigió la primera incursión española a la Antártida en un barco velero llamado Idus de Marzo, casualmente construido en los astilleros de Navia) el Celebration de Pablo y Paula y una vez más el Atlántide, de Ana y Leo. Todos quemando nuestros últimos días de Caribe. No ha habido mucha suerte y los días han sido grises, tiene que haber de todo para mezclar, pero da un poco de pena cuando se trata del fin de fiesta.

Allí como siempre compartimos charlas, risas, cenas y algún que otro problemilla que se hace menor cuando se lo cuentas a los demás.

En un chequeo rutinario, el capi descubrió agua en el sail drive, mezclada con el aceite, lo que supone, al menos, que tenemos un retén en mal estado y que hay que sacar el barco del agua para repararlo. Todos se lo estudian, dan su opinión, incluso se baraja la posibilidad de no hacer nada, cambiar el aceite con más frecuencia y esperar a que haya que sacar el barco para el antifouling. El capi baraja todas las posibilidades, oye los consejos y sigue rumiándolo. Se trata del lado de estribor, el que enganchó el cabo en Joao Pessoa, en el río Paraiba de Brasil, al que se le cambió el buge en Trinidad, ¿Quedaría mal la reparación? Por otra parte, en la cercana Puerto Rico, en Fajardo, tenemos una gran marina donde se puede sacar el barco y no sabemos a partir de ese momento donde encontraremos otra. Todo barajado, se toma la decisión de sacar el barco.

Ahora el PRATI está en el varadero de Marina Puerto del Rey, con el diagnóstico hecho. Al desmontar el eje horizontal, vemos que el retén ha arañado el eje, tiene dos marcas de cierta importancia. Profundizamos en el motivo y vemos que el casquillo-cojinete que soporta el eje en la parte delantera, está también tocado y aunque el buge se puso nuevo, continuaba una holgura que fue la que provocó que el retén haya dañado al eje. Ese ha sido el diagnóstico consensuado. Se han pedido los repuestos y los tendremos para montar el lunes. En paralelo hemos encargado a un taller de pintura que arregle el desaguisado de las colas del sail drive, que en Aikane-Chaguaramas-Trinidad, habían pintado con imprimación y antifouling de forma defectuosa, ya que se había saltado a los dos días. Esperamos que el próximo martes, día 10, todos hayan terminado y bien esa tarde o el miércoles, podamos botar el barco al agua.

Mientras tanto, para no aburrirnos en el varadero y poder visitar a nuestros amigos de San Juan, por si no tenemos tiempo de venir navegando, hemos venido en coche y estamos pasando 4 estupendos días alojados en un hotel del viejo San Juan.

Hemos estado con Tita, la tía de nuestra cuñada Mercelú, con su hija Coni y Orlando, su marido, deambulado por esas bonitas calles llenas de macetas en los balcones, corredores al estilo de los pueblos españoles, colorido vibrante, estampas de postas, disfrutando de la música, la comida, la arquitectura y la cercanía de la gente puertorriqueña. ¡Que lindo!

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El jueves por la noche, paseando sin rumbo, encontramos un local tipo almacén en el que la decoración ha sido fruto del paso del tiempo y no de los diseñadores, muy iluminado con lámparas fluorescentes, en la entrada mesas diseminadas con distintos tipos de sillas, calidades y colores, con parroquianos de aspecto local y entramos a tomar una cervecita. Al fondo a la derecha hay una barra detrás de la cual estaba un personaje que parecía ser el dueño, tomándose un vino en un copón de cristal.

– Si el dueño del local toma vino, seguramente será bueno.

– Jefe ¿Qué vino se está tomando?

Sonriendo nos contesta:

– la jefa te va a decir cuales son los buenos vinos aquí.

La buena señora muy amable y solicita nos dice que la acompañemos a la cava que tiene en el piso de arriba. Sorprendentemente entramos en un almacén climatizado con una buena selección de vinos mundiales, sobre todo españoles, argentinos, chilenos, algunos californianos y otros australianos. Buenos precios, buenos consejos y bajamos con una botellita puesta.

La suerte, una vez más, estuvo de nuestro lado. Fuimos a parar a uno de los iconos de la cultura de calle, de los pintores, escritores, cantantes y gente de buen vivir. Allí actuaba Nancy que se acompaña de la guitarra y cantó boleros y música dulce de la que pudimos participar. En mitad de la actuación apareció un tipo pequeñin, viejecito, con gorra de marinero y un acordeón. Se instaló como un gatito al lado de Nancy y juntos nos embelesaron con Mi viejo San Juan, esa bonita habanera que Pepe nos ha cantado tantas veces en el Juan Sebastian el Cano (nuestro piano bar favorito de Vinarós). Maravilloso momento. Después “Mosquito” que así llaman a este acordeonista, se marchó por donde había venido para seguir tocando en otros lugares.

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También coincidimos con escritores españoles que habían llegado para un Festival de la Palabra. Concretamente nos presentaron a Eduardo Lago y nos dijeron que era el director del Instituto Cervantes de Nueva York. Yo pregunté ¿Pero ese no es Muñoz Molina? Y me contestaron que hace 5 años que lo sustituyó Eduardo Lago. Estamos muy poco al día de las noticias de España, fue mi contestación para salir del paso. Después he visto en Internet que también ya han sustituido a Eduardo Lago, así no hay quien se ponga al día.

Magnífica velada, extraordinaria, que gente tan agradable, amistosa, encantadora.

Charlamos con todo el mundo, nos dedicaron alguna canción al saber que somos navegantes de barco velero, bebimos buen vino, dos botellas del Marqués de Griñón, de una variedad de uva syrah y fuimos absolutamente felices en nuestra primera noche en San Juan. Eso sí, no había cámara de fotos. Esta especie de bodega se llama Rivera y está en la calle San Sebastián, curiosamente la comida te la traen desde el burger vecino y ellos solo tienen comida fácil, como algunos quesos manchegos que también catamos.

Son las ocho de la tarde del sábado 7 de mayo. De fondo, música de Mozart que acompaña la aureola de recogimiento de la celda en que estamos alojados. No es un eufemismo, estamos en una habitación, antigua celda de un convento Carmelita, diseño y estilo colonial español, de mil seiscientos y pico, que a mediados del siglo pasado fue cerrado por el Obispo de la diócesis y reconvertido en hotel. Es algo similar a nuestros Paradores nacionales en España y a las Pousadas portuguesas. Tiene un patio central con una vegetación exuberante y en los niveles superiores amplios corredores que dan paso a las celdas. En breve, a la calle, a seguir disfrutando de las deliciosas noches del Viejo San Juan.

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