Pares y nones. – 3 de enero

 

El primer día del año, tranquilidad, descanso y buenos alimentos. Incluso algún buen vino. Nos sentimos felices.El martes desde primera hora, arrecia el viento de SW que se esperaba. Inmediatamente después del desayuno, revisando las amarras con los prismáticos, pareció que una piedra de la amarra de aleta de babor, barlovento, se estaba moviendo.  Fuerte viento del orden de los cuarenta y tantos nudos, corriente del mismo sentido. No dio tiempo a nada. Se cayeron las piedras que soportaban la primera amarra y a continuación las de la segunda. El barco abatió rápidamente, quedó sujeto por la amarra de proa babor y popa estribor, a menos de una eslora de la pared del canal. Pánico, sin comentarios.

Inmediatamente dinghy al agua, en este caso sin cabo donde asegurarse y a tierra con la cadena del ancla de respeto, rescatando de camino los cabos sueltos en flotación.

Como el día anterior, lo más complicado es encontrar un conjunto de piedras que tengan cierta solidez y consistencia, con el agravante de estar viendo el barco que se va contra las piedras de la margen opuesta.

Encontramos lugar, armamos cadena, hicimos el primer amarre, volvimos a bordo para cazar el cabo y separar el barco de las dichosas piedras de sotavento. Mientras nosotros estábamos con los nervios de punta, los alcatraces deambulaban a nuestro alrededor, tan contentos.

Armamos la segunda amarra y conseguimos llevar el barco al medio del canal. Aprovechamos también para reforzar la de proa con cable de acero, en un conjunto de piedras más amplio.

Todo esto costó desde las 12 hasta las 4 de la tarde. Simultáneamente se soltó, por flotación, la amarra de proa estribor, que lógicamente estaba ociosa en esos momentos.

Decidimos que ese amarre de sotavento quedara para después de comer.

El capi, buscando cabos en un cofret de proa, fue sorprendido por una ráfaga de viento que cerró la tapa sobre su cabeza con el consiguiente golpetazo. La tapa quedó sin secuelas. El capi, después de ponerse una bolsa de gel helado, parece haber quedado como estaba. El susto fue grande para todos a pesar de que ahora bromeamos.Otra vez a embarcar, más cable de acero, en este caso el que tenemos para amarrar el dinghy como medida antirrobo, en zonas de  posibilidad de chorizos y a poner la amarra de proa estribor con cabo ordinario, ya que tenemos los flotantes ocupados. Otras dos horas de trabajo. ¡Viva la vida lúdica de los yatistas!  Por la noche guardias en las proximidades de la pleamar. El motivo es que al estar la marea alta, el barco llega a lo más alto de la loma del canal y allí el viento lo empuja con mayor virulencia, por lo que es el momento más peligroso. La amplitud de marea está en 5 metros y nos cambia mucho la situación de bajamar a pleamar.Hoy ha tocado, como día impar, tranquilidad y por la tarde bajada de viento y visita. Han venido Dani y Tati, de la operadora turística Puerto Penachos, que el día de fin de año nos ayudaron con la intendencia y el fondeo y con cafetitos y demás hemos pasado una tarde agradable.

Seguimos a la espera de la codiciada ventana meteorológica, de tres o cuatro días,  que nos permita dar el salto hasta el estrecho de Le Maire, para encarar el canal de Beagle.

 

Mañana intentaremos enviar alguna foto.