Rumbo hacia el sur.

Llegó el miércoles y la radio bombardea con el tema de la delincuencia, los saqueos y demás, tanto en Manta como en Puerto Viejo, aquí aún no hemos oído nada. Seguimos sin luz, sin agua ni comunicaciones. La cabeza empezó a dar vueltas y vueltas y el miedo apareció en escena. La próxima semana, cuando vamos a ir por tierra a visitar Perú, dejar el barco aquí solo, no nos ofrece ninguna garantía. Así que nos pusimos en contacto con la marina de Puerto Lucia, en Salinas, a unas 120 millas al sur, donde el terremoto no ha causado daños y nos informaron que en la marina no ha habido ningún problema y que tenemos atraque.

De inmediato decidimos que sí, que nos íbamos cuanto antes. La pleamar del jueves es a buena hora, las cuatro de la tarde y de coeficiente alto.

Solicitamos el zarpe y aunque en Capitanía tampoco tienen Internet, nos lo hicieron manual y el jueves a las 3 de la tarde, de nuevo con el amigo Ariosto, quien nos hizo de práctico en la llegada, cruzamos la barra sin problemas, nos despedimos de este hombre con un gran abrazo y a navegar.

Como estaba previsto, viento y ola, aunque suaves, de morro y molestas. A unas 10 millas montón de lanchas de pesca, iban a toda máquina para tratar de recuperar los días perdidos, ya que desde el terremoto tenían prohibido salir a faenar.

Jo, que nochecita nos espera.

Realmente no fue para tanto. En la zona de Manta, solo nos cruzamos con dos pesqueras, con sus artes bien señalizadas y no hubo problema. El resto de la noche, alguna pesquera que otra, más bien lejos que cerca, amaneció, el viento se portó bajando de intensidad y rolando al oeste, pudimos sacar foque para ayudar al motor y a las 3 de la tarde llegábamos a la bocana de Puerto Lucía.

Estamos amarrados a pantalán flotante por popa y muertos a proa. La resaca es impresionante, el barco mete unos tirones que asusta. Hemos reforzado amarras de popa y quedamos bastante bien.

Nuestra Posición es:

Latitud.- 02º 13´042 S

Longitud.- 80º 55´347 W

A mediodía nos acercamos a la Capitanía de Salinas, que está a 3 dólares en taxi. Como ya hemos contado otras veces, aquí las distancias se miden por el tiempo que demora llegar o por el importe del taxi. O sea que Salinas está ahí al lado.

Es un lugar muy turístico, de aspecto elegante y una playa fantástica. Estos días de capa caída por el estado de ánimo de la gente tras el terremoto.

Ayer fuimos a cenar con un navegante suizo, George, y con Marisol que es la propietaria de la empresa que hace todos los servicios que puedan necesitar los yates.

Esperamos poder resolver los pequeños problemas que tiene el barco, el que más nos ocupa es un tema eléctrico, posiblemente de puestas a tierra o similar que se está comiendo los ánodos zinc como si fueran de mantequilla y los últimos eslabones de la cadena de ancla. Mañana lunes viene un electricista y esperemos que encuentre pronto la causa y resuelva.

Cuando hemos vuelto a conectarnos a Internet, nos hemos encontrado con un montón de mensajes, tanto en la Web, como en nuestros correos particulares y Whatsapps. Agradecemos el interés y el cariño que de ellos se desprende. Gracias a todos vosotros. Seguimos pensando que es la vez en que más miedo hemos pasado en nuestra vida.

Gracias a la vida

Gracias a la vida estamos aquí, no nos ha pasado nada. Si hubiésemos desembarcado cinco minutos antes, quien sabe por dónde podríamos estar transitando y quién sabe lo que nos podría haber pasado. ¿Gracias a la vida? ¿Al destino? Lo cierto es que estamos escribiendo esta pequeña crónica y que hemos tenido suerte.

El lunes por la mañana vimos pasar por delante dos féretros. En este pequeño pueblo ya se habla de más de diez muertos y entre la poca gente que conocemos, cuatro familias se han quedado sin casa.

El lunes por la tarde volvimos a recorrer las calles de Bahía. El destrozo es enorme, muy superior a lo que atisbamos el domingo. Hay una retro excavadora, con orugas, que además de destrozar el pavimento, va echando abajo todo lo que quedó maltrecho. A simple vista parece que el criterio es el del maquinista. No se ve ningún técnico ni autoridad que dirija esta operación. Los vecinos opinan y la máquina actúa.

Las acampadas en plazas y calles abundan. La gente no quiere alejarse mucho de sus casas pero tampoco quedarse dentro, unos por pánico y otros porque no tienen otra posibilidad.

Nos llama la atención que nadie exterioriza sus sentimientos. Cuentan que su casa se ha caído, que ahora están en la calle, con lo puesto, pero no hemos visto una lagrima ni un mal gesto. Para nosotros es algo extraño.

Las personas que trabajan en Puerto Amistad y que estaban en el momento del terremoto allí, aún se estremecen contando cómo se abrazaron todos en el pequeño patio descubierto y hechos una piña soportaron el pánico. Algunos no han querido volver a entrar al recinto.

Desde el primer momento se decretó el estado de excepción. Ayer apareció el ejército en las calles de Bahía para asegurar el orden. Por la noche, en medio de la oscuridad, un coche con megafonía, recordaba el toque de queda de 10 de la noche a 6 de la mañana, además de informar de que las fuerzas del orden permanecerían patrullando.

El martes casi todo está cerrado y los suministros de agua, electricidad y comunicaciones siguen cortados. Una buena noticia ha sido que el supermercado del centro comercial ha abierto. En horario reducido pero con todos sus productos y con normalidad, sin avalanchas, ni gentes con afán acaparador. Esto nos ha tranquilizado bastante. Ayer lo veíamos todo más negro, con el miedo a que la falta de suministros llevase a la gente a emprender saqueos y al vandalismo. De momento y toquemos madera, todo está bastante tranquilo y en orden.

Además han aparecido equipos, maquinaria y cooperación exterior. Parece ser que Bahía de Caráquez está dentro del plan especial de contingencia del terremoto.

Si las cosas siguen con cierta normalidad, podremos continuar con nuestros planes de viajar a Perú y Bolivia. Si no, ya iremos viendo. Los programas en este momento son inciertos.

A las 72 horas del terremoto, las cifras de pérdidas humanas se han disparado. Ahora ronda los quinientos y lamentablemente irá a más.

Terremoto en Ecuador desde el PRATI

Ya hace dos semanas que estamos en Ecuador, en el fondeo de Bahía de Caráquez, boya por popa, boya por proa, corrientes de marea, para arriba y para abajo y estuario con riberas tranquilas. A la entrada a babor San Vicente y por estribor Bahía de Caráquez.

Aquí todo muy tranquilo, muy tranquilo. Once barcos en el fondeo, habitados cuatro y pocos lugares a visitar. El más interesante, el que tenemos a menos de 200 metros, el restaurante de nuestra marina, Puerto Amistad. Como Marina solo tiene boyas y un dinghy’s dock, dentro los servicios normales.

El restaurante está construido sobre pilotes en el río y resulta agradable y muy fresquito porque no tiene paredes laterales, solo techumbre y persianas de cañizo, que normalmente están enrolladas. Hacen ricos cócteles y la cocina es de buen nivel.

En el fondeo otro CATANA, como no, francés, con una pareja de nuestro estilo con los que hemos compartido cenas, tragos y charlas, Luc y Nelly del FOLABOALH. Ahora están viajando por el interior de Ecuador.

En esta última travesía pusimos como objetivo Bahía de Caráquez por su proximidad a la ciudad de Manta, donde tiene sucursal la empresa española Nautical, que últimamente nos ha atendido en nuestros problemas con Furuno.

Desde Coquimbo venimos con el segundo ploter bloqueado y por tanto sin el segundo piloto automático.

Hemos acudido un par de veces a Manta, Nautical nos ha visitado a bordo y tenemos en marcha dar solución a la avería.

Como decíamos antes, este lugar era muy tranquilo. Sobre todo hasta hace 24 horas. Ayer, justo a las 18,58 horas ocurrió algo inesperado. Salíamos con nuestro dinghy hacia la Marina donde se iba a celebrar una fiesta con música de los 80 y justo al saltar al pequeño pantalán para amarrar el  dinghy, un fuerte temblor de tierra nos tiró a los dos al suelo. Quedamos tumbados sobre las tablas del pantalán flotante y sin movernos, bien asustados, vimos unas imágenes que no olvidaremos, mientras nos decíamos: es un terremoto, es un terremoto.

Durante unos segundos eternos, ruido estremecedor, empiezan a oírse tintineos, vidrios que caen con estruendo al suelo, el edificio de la Marina que se tambalea como un flan y estrepitoso derrumbe de una casa al otro lado de la calle.

En cuanto paró el terremoto, nos pusimos en pie, con los nervios a flor de piel, piernas flojas, estómago encogido y un canguelo importante. Pensamos que lo mejor era volver a bordo, al dinghy y a casa. Se está haciendo de noche. Hay apagón general en Bahía, en San Vicente permanece encendido el alumbrado público, se comienzan a ver polvaredas de derrumbes por acá y por allá y las calles se llenan de coches y más coches, bocinas, alarmas, sirenas, el caos.

Una vez a bordo, lo primero el transistor. Cumbia y más cumbia y por fin en una emisora se empieza a hablar del terremoto. Ha afectado a una buena parte del país y las noticias son muy confusas. Se descarta en principio la posibilidad de tsunami, aunque las autoridades aconsejan que la población de zonas costeras evacue hacia lugares altos.

Hay dos barcos de lengua no castellana que se nos acercan con sus dinghys pidiendo información. Tratamos de contactar, vía VHF, con Capitanía y nadie contesta.

Quedamos todos alerta y nosotros nos comprometemos a mantenerles informados. La Marina quedó desierta al momento siguiente al seísmo.

Poco después aparecieron unas pequeñas olas por la popa, que nos pusieron en tensión. El dinghy que ya estaba colgado en los pescantes, volvió al agua. Preparamos las dos mochilas con los documentos, linternas, comida, dinero, etc. en prevención de una evacuación urgente.

Seguimos oyendo la radio, contactamos por fin con capitanía que no nos dijo nada nuevo y oímos por el transistor a un alto cargo de la Armada, quien dijo que estaban monitorizando todos los puntos de la costa y no había ningún indicio que llevase a pensar en un tsunami, ni nada similar. Así y todo había que esperar otra hora, según los protocolos internacionales para estos casos, antes de levantar la prealerta. Así ocurrió a las 11 de la noche, en que dieron la noticia clara de que la gente de zonas costeras podía regresar a sus hogares con tranquilidad.

Respiramos hondo, comunicamos la buena nueva a los vecinos y después de escuchar a las 12 al Presidente de la República, que parece que estaba en Europa, nos fuimos a la cama.

Al amanecer, hormigueo en la costanera, coches que van y vienen, motos, peatones, mucha actividad. Todo el mundo quiere ver lo que está pasando.

Desde nuestro fondeo se ve una casa derribada, el edificio del museo, de cinco alturas, resquebrajado por todos los costados, la casa colindante al cuartelillo de bomberos, hundida y mirando por los prismáticos, grietas y más grietas.
Aparentemente el daño no es mucho, desembarcamos y cambia la historia.

El local de la Marina arrasado, todo patas arriba, un alero del tejado desplomado. Vamos caminando por las calles y las imágenes nos impactan, decenas de casas con paredes derribadas, alguna manzana ha desaparecido completa, tejados hundidos, infinidad de cornisas y placas de yeso sobre la calle, pavimentos con grandes grietas, un banco con todos los cristales de seguridad en el suelo y las alarmas sonando sin cesar y cientos de personas,  sentadas incluso en filas, observando los trabajos de una retro excavadora que está demoliendo y desescombrando una casa de la que han sacado un cadáver.

Al pie de algún derrumbe, las familias en medio de sus pertenencias, televisores, colchones, algún que otro electrodoméstico, sillones, están sentadas aguardando quién sabe que. Miradas extraviadas, aspecto resignado.
Las primeras noticias de anoche, hablaban de 31 muertos. Hoy estamos en más de 250 y la sospecha es que aumentará significativamente. En esta provincia, Manabí, tanto Puerto Viejo que es la capital, como Manta, el núcleo más importante, ha habido cantidad ingente de derrumbes y las brigadas de rescate siguen trabajando en busca de supervivientes. A Manabí le ha tocado la peor parte del terremoto de Ecuador. El epicentro en Pedernales está bastante próximo a Bahía, la distancia no la sabemos, pero como dicen aquí demora unas 2 horas en auto y las carreteras no dejan lugar a grandes velocidades. O sea, a unos 100 km. Cuando tengamos internet lo sabremos con más precisión.

Han pasado casi 24 horas y Bahía sigue sin luz eléctrica ni agua. Cuantas cosas han pasado en este tiempo, nosotros bastante miedo.

(Crónica escrita el día 17 de abril de 2016 a las 18 horas)

Terremoto de Ecuador

Para tranquilidad de todos y según nos comunica Luigi (hermano del Capi) en comentario ya reproducido en la anterior entrada:

¡¡¡¡¡¡Buenas noticias en primicia !!!!!

Acaban de llamar los Prati informando que están bien. No hace falta comentar el nivel del susto vivido.

Llegaban al pantalán de la Marina Amistad cuando les sorprendió el potentísimo movimiento provocado por el terremoto, no saben si se tiraron al suelo o se cayeron debido al efecto provocado por el mismo. En cuanto se repusieron un poco regresaron en el dinghy rápidamente al cata por considerar que era el lugar más seguro, una vez que quedó descartado un posible SUNAMI.

La tragedia es formidable y esperemos que las cifras de fallecidos por el terremoto no siga creciendo.

Un abrazo solidario para la gente de Ecuador.

Luigi

Por ilustrar un poco su situación ahí queda el montaje:

20160417 terremoto