Lo habíamos dejado solo, en Puerto Lucia, para hacer un recorrido por Perú y Bolivia. Hemos visitado Lima, Cuzco, Machu Pichu, La Paz, el Lago Titicaca, desde el lado boliviano y peruano, Puno y como final Guayaquil, la ciudad que tenemos más cerca de nuestro amarre y que tiene aeropuerto internacional.
Hemos regresado un poco cansados de tantos cambios de ciudades, de costumbres, de monedas y de camas, a la vez que contentos con las nuevas vivencias.
Esta vez nos han enseñado una palabra nueva: el “torturismo” que es esa costumbre de hacer madrugar a los turistas y bazuquearlos de lo lindo, por el mero hecho de ser turistas.
A nosotros se nos ha ocurrido otra más: el “tonturismo” que es hacer el tonto, disfrazados y vestidos como toque, también por el mero hecho de ser turistas.
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La sorpresa para nosotros y lo que más nos ha gustado, ha sido la ciudad de Cuzco, capital del antiguo virreinato del Perú. Al atardecer llegamos a su plaza de Armas y quedamos literalmente con la boca abierta. ¡que bonito lugar! Edificios de la época colonial, perfectamente conservados y a la vez vivos. Alrededor, comenzaron a encenderse las luces de los barrios situados en las montañas que rodean la ciudad y entonces ya nos pareció un lugar mágico.
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Hicimos, como no, las visitas turísticas obligadas, a las ruinas del imperio Inca, pero sobre todo, paseamos sus calles y lo disfrutamos cada vez.
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Navegamos el lago Titicaca, en catamarán, en barco de totora y en una pequeña lancha, también de totora, en las islas flotantes de los Uros. Esta visita en la que teníamos puestas muchas ilusiones, resultó de lo más turístico y de plástico. Está todo mercantilizado y hay tales contradicciones como islas flotantes y casas de totora conviven con placas solares, bien descaradas y en algunas televisiones de plasma en su interior. Lógicamente visitamos los poblados que están dentro del circuito turístico. Parece ser que aún quedan algunos al margen de la sociedad, con costumbres ancestrales y que no quieren que se les visite.
Cuando estás navegando por el Titicaca, tienes que hacerte la reflexión de que estás navegando en un lago a 3.800 m. de altitud, porque sino enseguida piensas que estás de vuelta en el mar, por sus dimensiones de 204 km. de longitud y 65 km de ancho, con profundidades próximas a los 300 m, un auténtico mar interior.
Lo más bonito, como ocurre también con el mar, es verlo desde tierra.
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