Terremoto en Ecuador desde el PRATI

Ya hace dos semanas que estamos en Ecuador, en el fondeo de Bahía de Caráquez, boya por popa, boya por proa, corrientes de marea, para arriba y para abajo y estuario con riberas tranquilas. A la entrada a babor San Vicente y por estribor Bahía de Caráquez.

Aquí todo muy tranquilo, muy tranquilo. Once barcos en el fondeo, habitados cuatro y pocos lugares a visitar. El más interesante, el que tenemos a menos de 200 metros, el restaurante de nuestra marina, Puerto Amistad. Como Marina solo tiene boyas y un dinghy’s dock, dentro los servicios normales.

El restaurante está construido sobre pilotes en el río y resulta agradable y muy fresquito porque no tiene paredes laterales, solo techumbre y persianas de cañizo, que normalmente están enrolladas. Hacen ricos cócteles y la cocina es de buen nivel.

En el fondeo otro CATANA, como no, francés, con una pareja de nuestro estilo con los que hemos compartido cenas, tragos y charlas, Luc y Nelly del FOLABOALH. Ahora están viajando por el interior de Ecuador.

En esta última travesía pusimos como objetivo Bahía de Caráquez por su proximidad a la ciudad de Manta, donde tiene sucursal la empresa española Nautical, que últimamente nos ha atendido en nuestros problemas con Furuno.

Desde Coquimbo venimos con el segundo ploter bloqueado y por tanto sin el segundo piloto automático.

Hemos acudido un par de veces a Manta, Nautical nos ha visitado a bordo y tenemos en marcha dar solución a la avería.

Como decíamos antes, este lugar era muy tranquilo. Sobre todo hasta hace 24 horas. Ayer, justo a las 18,58 horas ocurrió algo inesperado. Salíamos con nuestro dinghy hacia la Marina donde se iba a celebrar una fiesta con música de los 80 y justo al saltar al pequeño pantalán para amarrar el  dinghy, un fuerte temblor de tierra nos tiró a los dos al suelo. Quedamos tumbados sobre las tablas del pantalán flotante y sin movernos, bien asustados, vimos unas imágenes que no olvidaremos, mientras nos decíamos: es un terremoto, es un terremoto.

Durante unos segundos eternos, ruido estremecedor, empiezan a oírse tintineos, vidrios que caen con estruendo al suelo, el edificio de la Marina que se tambalea como un flan y estrepitoso derrumbe de una casa al otro lado de la calle.

En cuanto paró el terremoto, nos pusimos en pie, con los nervios a flor de piel, piernas flojas, estómago encogido y un canguelo importante. Pensamos que lo mejor era volver a bordo, al dinghy y a casa. Se está haciendo de noche. Hay apagón general en Bahía, en San Vicente permanece encendido el alumbrado público, se comienzan a ver polvaredas de derrumbes por acá y por allá y las calles se llenan de coches y más coches, bocinas, alarmas, sirenas, el caos.

Una vez a bordo, lo primero el transistor. Cumbia y más cumbia y por fin en una emisora se empieza a hablar del terremoto. Ha afectado a una buena parte del país y las noticias son muy confusas. Se descarta en principio la posibilidad de tsunami, aunque las autoridades aconsejan que la población de zonas costeras evacue hacia lugares altos.

Hay dos barcos de lengua no castellana que se nos acercan con sus dinghys pidiendo información. Tratamos de contactar, vía VHF, con Capitanía y nadie contesta.

Quedamos todos alerta y nosotros nos comprometemos a mantenerles informados. La Marina quedó desierta al momento siguiente al seísmo.

Poco después aparecieron unas pequeñas olas por la popa, que nos pusieron en tensión. El dinghy que ya estaba colgado en los pescantes, volvió al agua. Preparamos las dos mochilas con los documentos, linternas, comida, dinero, etc. en prevención de una evacuación urgente.

Seguimos oyendo la radio, contactamos por fin con capitanía que no nos dijo nada nuevo y oímos por el transistor a un alto cargo de la Armada, quien dijo que estaban monitorizando todos los puntos de la costa y no había ningún indicio que llevase a pensar en un tsunami, ni nada similar. Así y todo había que esperar otra hora, según los protocolos internacionales para estos casos, antes de levantar la prealerta. Así ocurrió a las 11 de la noche, en que dieron la noticia clara de que la gente de zonas costeras podía regresar a sus hogares con tranquilidad.

Respiramos hondo, comunicamos la buena nueva a los vecinos y después de escuchar a las 12 al Presidente de la República, que parece que estaba en Europa, nos fuimos a la cama.

Al amanecer, hormigueo en la costanera, coches que van y vienen, motos, peatones, mucha actividad. Todo el mundo quiere ver lo que está pasando.

Desde nuestro fondeo se ve una casa derribada, el edificio del museo, de cinco alturas, resquebrajado por todos los costados, la casa colindante al cuartelillo de bomberos, hundida y mirando por los prismáticos, grietas y más grietas.
Aparentemente el daño no es mucho, desembarcamos y cambia la historia.

El local de la Marina arrasado, todo patas arriba, un alero del tejado desplomado. Vamos caminando por las calles y las imágenes nos impactan, decenas de casas con paredes derribadas, alguna manzana ha desaparecido completa, tejados hundidos, infinidad de cornisas y placas de yeso sobre la calle, pavimentos con grandes grietas, un banco con todos los cristales de seguridad en el suelo y las alarmas sonando sin cesar y cientos de personas,  sentadas incluso en filas, observando los trabajos de una retro excavadora que está demoliendo y desescombrando una casa de la que han sacado un cadáver.

Al pie de algún derrumbe, las familias en medio de sus pertenencias, televisores, colchones, algún que otro electrodoméstico, sillones, están sentadas aguardando quién sabe que. Miradas extraviadas, aspecto resignado.
Las primeras noticias de anoche, hablaban de 31 muertos. Hoy estamos en más de 250 y la sospecha es que aumentará significativamente. En esta provincia, Manabí, tanto Puerto Viejo que es la capital, como Manta, el núcleo más importante, ha habido cantidad ingente de derrumbes y las brigadas de rescate siguen trabajando en busca de supervivientes. A Manabí le ha tocado la peor parte del terremoto de Ecuador. El epicentro en Pedernales está bastante próximo a Bahía, la distancia no la sabemos, pero como dicen aquí demora unas 2 horas en auto y las carreteras no dejan lugar a grandes velocidades. O sea, a unos 100 km. Cuando tengamos internet lo sabremos con más precisión.

Han pasado casi 24 horas y Bahía sigue sin luz eléctrica ni agua. Cuantas cosas han pasado en este tiempo, nosotros bastante miedo.

(Crónica escrita el día 17 de abril de 2016 a las 18 horas)