Un poco más sobre St. Pierre

Era tanto lo que teníamos que contar de nuestra estancia en St. Pierre, que algunas cosas han quedado en el tintero.
Durante los días que hemos estado aquí, han aparecido varios barcos españoles. Tuvimos una estupenda velada con los del AVENGER, ellos son una pareja, Esther, Joan y su hijo de seis años. Hace muy poco que han llegado al Caribe, acaban prácticamente de cruzar, dicen que vienen para hacer una cata y saber si merece la pena seguir con estas aventuras. El que mejor se lo pasa es el pequeño Gerard, que vive en el barco encantado de la vida y no se asusta en ningún caso. Ni siquiera cuando apareció por el PRATI con su gorra del Barça y el capi le dijo que estaba en casa del enemigo.
Tenemos amiguetes comunes y de ellos hablamos, Rick, tu fuiste uno de los protas de la conversación, quizá te silbara el oído derecho.
Otros que aparecieron, fueron menos comunicativos, alguno casi nada y pasamos página.
Otra cosa que nos resultó muy curiosa estos días es el cambio que está experimentando la isla. Cuando hemos ido en coche a Fort de France, hace unos días, nos rodeaban grandes extensiones de caña de azúcar que parecían murallas a ambos lados de la carretera, de repente, han desaparecido como por arte de magia. Resulta que es la época de recoger la caña y unos grandes artilugios, cosechadoras, convierten aquella ingente vegetación en campos totalmente vacíos, dejando, eso si, la caña empaquetada y dispuesta para las destilerías o su conversión en azúcar.
Nos vinieron a la memoria tantas pelis como hemos visto en las que cientos de esclavos, machete en mano, sufrían lo indecible bajo un sol de justicia, para hacer lo mismo que ahora realiza en tan poco tiempo esta máquina que parece un pájaro gigante.
Volvemos al día de hoy, once de marzo.
Ayer, como estaba previsto, nos reunimos a cenar con algunos de los amigos. Como hemos estado invitados por todas partes, esta vez ha sido el PRATI el promotor de la cena. Fue una cena un poco triste. Aunque como siempre hubo bromas y risas, en el fondo todos sentíamos la separación. Ellos, vinieron con todo tipo de regalos y en breve podréis ver a Olivia vestida al estilo de Madidina, nombre antiguo de Martinica que significa Isla de Flores.
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Mireilla, Brigitte, Loussete y Josée vinieron incluso al pantalán, allí nos abrazamos, cantamos y nos despedimos una vez más. Había un brillo especial en los ojos de los allí presentes, la tristeza y un poco la emoción afloraba en superficie. “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va, cuando un amigo se va…………………….” El coro de martiniqueñas entonó aquella vieja canción creole para llamar al viento que tanto nos impresionó en nuestra primera estancia en St. Pierre: Vent levée, cáele, caelé, camandé le repondé, vent levé mamam, …….…. Cuando se hizo el silencio todos cruzamos el ¡À tout à l’heure! Durante un rato, mientras el dinghy se iba alejando del pontón, realmente hasta siempre. Volveremos a vernos.

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A las ocho de la mañana ya estábamos dejando atrás St. Pierre. Estos últimos días el fondeo se ha convertido en una coctelera. Los vientos del norte ahora dominantes, hacen que el mar entre en el fondeo y se forme un swell (mar de fondo) muy fuerte.

Con ese viento también para la previsión del día y además de poca intensidad, nos habíamos imaginado una aburrida navegación a motor, pero sopla lo suficiente para que naveguemos de ceñida durante cuatro horas estupendas. Cuando estamos en mitad del Canal de Dominica, el viento se para totalmente y el motor tiene que tomar el relevo. El resto de la travesía tiene de todo, vientos de cualquier parte, calmas totales, ratos en que navegamos solo a vela y otros en que tenemos que navegar solo a motor. Para hacer 60 millas hemos necesitado 10 horas y cuando está empezando a anochecer echamos el ancla en Prince Rupert Bay, al norte de la isla de Dominica. Es un fondeo que conocemos de la vez anterior, una gran bahía rodeada de vegetación en un paraje muy tranquilo a la que ahora le han brotado montones de boyas que permanecen desocupadas mientras entre ellas un buen numero de veleros tienen sus anclas en el fondo.

Varias lanchas locales, perfectamente identificadas como Yacht Services, vinieron a visitarnos antes, durante y después de la maniobra de fondeo. “Antonio Banderas” vende fruta fresca, “Jerónimo” habla un perfecto español y se pone a nuestra disposición para excursiones o cualquier otra cosa que se nos ofrezca, el “Sea Bird” vende tickets para una barbacoa en la playa y otros con otras ofertas.

Noche de relax, cena a bordo, ratito disfrutando de la noche y la paz que hay alrededor y a dormir.

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Posición en Prince Rupert Bay
Latitud.- 15º34`945 N
Longitud.- 61º27`825 W

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Sábado, paseo por Portsmouth Town, el pueblo que queda junto al fondeo y donde hoy hemos encontrado un mercado de frutas y verduras. Recorremos tranquilamente las calles, es uno de los lugares más pintorescos que hemos conocido en el Caribe.

En las crónicas del Ganduleo por el Caribe, con fecha 15 de Marzo, aparece ésta que se puede repetir, porque es lo mismo que hemos visto hoy.

Fuimos a dar un paseo por el pueblo. En el restaurante Big Papa tienen un mini cyber que utilizamos para contactar, después de mucho tiempo sin hacerlo, en directo con Lataberna.

También allí gente amable y simpáticos, haciendo incluso sus pinitos de hablar en castellano. Un grandullón muy musculado, Big Papa, se me acercó, me miró a los ojos y me dijo; necesito un intercambio de puños para quitar el stress. El tío mide 1,90 y cada brazo parece una pierna. Le miré, silbé y dije: tengo un problema en el hombro. El negro se lo tomó deportivamente y se rió un montón.

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El pueblo, bastante camuflado desde el mar, por la vegetación y una especie de cementerio marino que tiene en la orilla, ocho o diez mercantes llenos de óxido esperando que la corrosión acabe con sus huesos, es una calle muy larga con casas salteadas, alternando con espacios llenos de árboles, trastos, chatarras, estanterías con cacharros, especie de chabolas con chapas de bidones, casitas bien pintadas y con bonitas cortinas, muchas tiendas y bares, algunos bancos, cyber cafés, almacenes de materiales de construcción y eléctricos, sedes de partidos políticos y como en cualquier sitio normal, de todo. Todas las casas de una o dos alturas y entre ellas siempre las gallinas, los gallos e incluso pollitos por la calle detrás de su madre, en una imagen que hacía años que no veíamos. Una mezcla exótica, muy agradable.

Los chicos salen de la escuela, todos uniformados como en el resto de las islas que hemos visitado por el Caribe, esperan en grupos el paso de los minibuses que les llevan de vuelta a sus casas. Hay mucha actividad. En paralelo y más alejadas del mar hay otras dos o tres calles similares pero con menos ambiente. Esta ciudad, que tiene 6.000 habitantes, fue la capital de Dominica y en este caso fueron los mosquitos palúdicos los responsables del traslado a Roseau, capital actual.

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De vuelta hacia el barco, apareció un personaje singular. Nos preguntó, de donde sois. Luego, desde lejos, a voces, nos empezó a explicar la historia de Simón Bolivar y el inicio de la independencia en los países sudamericanos. Después nos habló del descubrimiento de esta isla, Dominica, por Cristóbal Colón, él pensaba que en sábado, pequeño lapsus, ya que realmente su nombre proviene de que la descubrió en domingo. De las capitales españolas, la primera Barcelona y la segunda Madrid, a lo que le respondimos que no es así, que a pesar del Barça, Madrid es la capital de España Le preguntamos donde había aprendido a hablar el español, que usaba con infinitivos pero con bastante vocabulario y nos contó que en el colegio, luego en Venezuela y Puerto Rico, lugares donde estuvo trabajando. Pronunció una sentencia de gran envergadura; sitios malos, allí matan, yo prefiero ser pobre aquí. Este hombre es un mendigo, parece borrachín, vendedor de cocos, enjuto, musculado, curtido por todos los soles, de alrededor de cincuenta años. Me alegra mucho ver que en el mundo aún prevalecen valores tan importantes como el respeto a la vida.

Junto con las fotos que vayamos haciendo terminaremos esta crónica en otro momento.