El fondeo en Ensenada Baja, nada recomendable. Además de las embarrancadas, de las que no nos hemos librado ninguno de los cuatro barcos que hemos coincidido aquí, los desembarcos en dinghy son “hartamente” complicados. En bajamar, los dos pequeños pantalanes que hay en la parte S. quedan en seco, con lo que acercarse a ellos vestido y calzado, no es posible. En la plea, uno de los dos queda inundado y se inclina 45º. Desde aquí, por un sendero, se accede a la carretera general y todo lo interesante del pueblo queda justo al otro extremo. El pueblo lo constituyen dos largas calles pavimentadas que en su extremo Sur llegan al puerto comercial.
La estructura no es exactamente urbana, son casitas individuales, de una altura, generalmente de madera, alguna pequeña iglesia, un centro de salud y un hotel de nivel alto, Loberías del Sur. Buena comida en su buffet y un Wifi rápido y potente, gracias al cual nos estamos poniendo al día con los envíos de fotos.
Cuando estemos en casa, con tiempo y conexión segura, se irán colocando todas en sus respectivas crónicas y ampliando con otras fotos y algunos videos. Ahora, a modo de adelanto, se han seleccionado estos bloques.
El día 17, por la tarde, los tripulantes valencianos desembarcan en Chacabuco. Gracias.
Día 18, a las 7 de la mañana vemos que el otro catamarán ha salido del fondeo. Media hora después lo vemos embarrancado en los bajos que hay a la salida. El día de nuestra llegada, fue el que nos animó a entrar aún en marea baja. Le hicimos caso y ¡Zas!, varada forzosa. El a cambio no entró a esa hora, tardó más de 3 horas, mientras cargó de agua y combustible en el muelle comercial. Hizo como el “Capitán Araña” el que embarcó la tropa y se quedó en tierra. Creemos que su consejo fue bienintencionado, puesto que él salió en bajamar y estuvo 4 horas embarrancado. A las 11 en punto pudo salir de la bahía.
El día 19, con la pleamar, salimos de esa ratonera y nos vinimos al muelle pesquero comercial al dique flotante de Oxxean. Nos habían dicho por teléfono que no tenía problema para barcos de fibra. Llegamos al lugar y vimos los hermosos neumáticos de camión a los que nos teníamos que amollar. Bueno, que le vamos a hacer. El barco estuvo día y noche cambiando el color del casco y defensas de blanco a negro. Hubo un role de viento que nos mantuvo machacaditos contra el dique.
|
La estancia aquí valió para instalar nuevos ánodos de zinc en las hélices, ya que los anteriores habían desaparecido por completo, solo quedaban los tornillos. A pesar de ello, las hélices no sufrieron daños.
El precio, para compensar, es bien alto. Te cobran como si fueras un pesquero o un mercante. Antes de salir de Puerto Oxxean nos acercamos al dique principal y cargamos los tanques de combustible.
Nos hemos vuelto a cambiar de ubicación, en esta ocasión amarrados a una boya que compartimos con otro velero y cabo, por popa, a tierra.
|
Ayer, con Fabián, el supervisor de Puerto Oxxean, fuimos a Coyhaique. Ciudad del interior, de unos 60.000 habitantes, situada en la altiplanicie patagónica. Dista 81 Km y el paisaje va cambiando a medida que vas ganando altura, se ven praderas, vacas y ovejas. Aproximándose a la ciudad de Coyhaique, pasando el sector Alto Baguales, encontramos el mirador Marchant, con una interesante visión de la ciudad, desde las alturas, con vista al cordón montañoso de El Divisadero y el emblemático cerro de la ciudad de Coyhaique, el Mackay.
|
Acompaña la carretera el curso del río Simpson, con quebradas y rápidos.
Llegamos en buen momento, se está celebrando la Semana del Pionero. Hay actuaciones musicales, tipo milongas, chacareras y canciones de denuncia social, en la Plaza de Armas y reivindicaciones mapuches (pueblo aborigen) en unos stands, tipo feria artesanal, con soflamas contra los españoles. Ya estamos.
|
Dimos largos paseos, escuchamos música, incluso nos alejamos hacia las afueras, para ver un mirador sobre el río y la Piedra del Indio y acabamos la estancia allí, cenando con Fabián y su familia, Bárbara y el pequeño Alonso, en un restaurante.
|
Sobre las 12 h. salimos en taxi, de regreso al barco, en noche cerrada y lluviosa. A la 1 y media, ya en el puerto, llamamos por teléfono a nuestro vecino de velero, Andrés, según lo habíamos acordado. Insistieron, tanto él, como los patrones de otro barco vecino, en que no dejáramos nuestro dinghy con el depósito de la gasolina en el muelle. Que habría que desmontar el tanque y llevarlo a la portería. Se ofreció a llevarnos él, sin ningún problema y a recogernos al regreso, fuera la hora que fuera. Que amabilidad por su parte.
|
Hola a los locos del Prati, Fue una gran cena la nuestra, singular y emocional para el recuerdo.
tantas cosas que no pregunte, tantas cosas que pude saber, pero bueno parece eso es parte de su historia,
Muchas buenas energías para ustedes, los seguiré por siempre en este foro…
Cariños
Fabian Jaramillo.