El final del 2.009 y el principio del 2.010

Y Laura continua contando:

Día 30, sin aceite de demde, por favor

Llamamos a nuestro chófer particular para hacer una ruta por las playas de Salvador, (El chofer particular del que habla Laura, es Robson, un taxista con el que nos encontramos cómodos, que es muy agradable y simpático además de un cantante estupendo. Nos ameniza los recorridos, con sus canciones y sus historias. Por eso siempre le llamamos a él para movernos por Salvador) así que salimos de la marina y pusimos rumbo a la playa de Itapuá, pasando por la de Barra, el Farol y otras.

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En la playa de Barra  
   
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  Robson
   
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El Fuerte del Farol  
   
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  Ambiente en la zona del Fuerte
   

Nos sentamos en un chiringuito para tomar un coco y admirar el paisaje, ya que el azul del mar y las palmeras transmitían una calma infinita. Después de estar allí un rato cambiamos de playa para poder bañarnos, ya que la otra era muy bonita, pero para bañarnos nada de nada, el fondo es de piedras y hace impracticable el lugar. Así pues seguimos hasta la playa de Flamengo, donde nos sentamos en otro chiringuito y nos trajeron un barril lleno de botellas de cerveza, otros refrigerantes y hielos.

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Aquí está el barril  
   

Después del agradable baño fuimos en busca de un lugar para comer, y decidimos ir a un puesto callejero a comer el acarajé, una comida típica brasileña compuesta por una especie de pasta frita en aceite de demdé con camarones y otras verduras. La verdad es que el acarajé no nos causó una gran impresión, más bien es de esas cosas que con comerlas una vez ya tienes bastante. Nos sentamos en una terraza cercana al puesto para comerlo, y después volvimos a la marina para darnos una buena ducha. Esa noche fuimos a cenar a un rodicio,

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en el que nos sirvieron distintas carnes, aunque la verdad no nos prestó demasiado por el empacho que teníamos por el aceite de demde.

En los manuales que dan a los turistas, con diez o quince frases imprescindibles, una de ellas es la del título de este día “Sin aceite de demdé, por favor”

Día 31, nochevieja a la española

Habíamos decidido que ese día nos iríamos de compras a un centro comercial para comprarnos un modelito para la nochevieja. El día hubiera sido perfecto de no ser por la mierda del aceite de demdé, que nos sentó mal a todos, aunque yo creo que a mí la que más. Dejamos al capi custodiando al barco y los demás nos fuimos en taxi a uno de los centros comerciales más grandes que había visto en mi vida. Nos pasamos el día yendo de un lado a otro mirando ropa y zapatos hasta la hora de comer. Después de la comida y de tomar un riquísimo café, volvimos al Prati a ponernos nuestras mejores galas para ir al reveillon. A las ocho de la tarde pusimos la cadena Ser para oír las campanadas en directo desde España y así tomamos las uvas, celebrando el Año Nuevo a la vez que en España. El reveillon estuvo muy bien, aunque la cena dejó bastante que desear. Hubo actuaciones en directo y a las doce unos espectaculares fuegos artificiales. Hacia las dos decidimos que era hora de retirase, así que volvimos a casa a dormir.

   
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Reveillón es como llaman en Brasil a la fiesta de fin de año. Se montan grandes tinglados por doquier, carpas gigantes, escenarios grandiosos, columnas de bafles de millones de watios y se moviliza la población de forma masiva para celebrarlo.

Dicen que en el Reveillón de Copacabana, en Rio de Janeiro, se reunieron más de dos millones de personas.

Nosotros teniendo en cuenta la edad de Laura buscamos un lugar divertido para celebrar la salida y entrada del año.

Todos nos recomendaron el Reveillon Enchanté del Centro Español, donde actuaba una de las cantantes más famosas de Brasil, Ivete Sangalo, que como es de Salvador, actúa aquí con frecuencia. La chica se portó de miedo, mantuvo durante tres horas un espectáculo, tipo a los de Madona, de alto nivel. Ella era la estrella principal y había otras dos actuaciones, Vanessa da Mata y de fin de fiesta Psirico, un tío con una marcha que te cagas.

A cambio lo de la cena fue como de risa. Cuando ya habíamos pagado la reserva de mesa, preguntamos por el menú, puesto que el precio inducía a esperar una buena cena . Nos miraron con cara de poker y dijeron que no había cena, solo una botella de espumante por mesa y que la comida se servía desde los bares adyacentes. A la vez nos enteramos de que seríamos en el evento más de doce mil personas. (glub. glub.)

En la carta se ofrece: espetos de carne o de pollo, plato de patatas fritas y filete con patatas. Este es todo el menú. Además el filete viene troceadito, puede que fuera para no dejarnos un cuchillo a mano con el que agredir al cocinero y las patatas eran infumables. O sea, una cena similar a la de Nochebuena y a la comida de Navidad. Estas Navidades lo único que nos ha engordado han sido los miles de litros de riquísima cerveza helada, “estupidamente gelada” como dicen aquí los progres, que nos hemos echado al coleto.

Día 1, las lentejas de la suerte

El día de Año Nuevo transcurrió con mucha calma. Pasamos la mañana haciendo limpieza general en el interior y exterior del cata, y ya a madiodía y siguiendo la tradición italiana, preparamos para comer unas riquísimas lentejas. Por la noche decidimos ir a cenar al Pelourinho, de manera que tomamos el elevador, esta vez ya sin cola, y subimos. Nos sentamos a cenar en una terraza desde la que se oía a un músico tocar en el interior del bar. Después de la cena como no nos atrevíamos a bajar solos por el elevador debido al ambiente nocturno, decidimos coger un par de taxis para llegar a la marina.

Por cierto, los taxistas mafiosotes del Largo Terrero de Jesús, epicentro del Pelourinho, como no les parece una carrera interesante bajarnos al Centro Náutico, por su proximidad, piden 20 ó 30 reales, cuando el taxímetro marcaría 6 ó 7. Nos hemos bajado de los taxis en varias ocasiones y les hemos mandado al carajo, siempre hay alguno en la plaza contigua que funciona con normalidad.