Rumbo a Nueva Caledonia ¡hemos llegado!

Hemos llegado a Noumea, por la noche, como casi siempre y estamos sanos y salvos fondeados en Baia des Citrons, esperando hasta hacer las formalidades de entrada al país y buscar atraque para algunos días. El catamaran parece una anchoa en salmuera, necesita agua dulce y limpieza.

Hemos empleado 157 horas en recorrer 1.055 Nm, no las 880 que en linea recta separan Opua de Noumea.

Ayer, tras todo el día con buenas velocidades, empujados por vientos del ESE de F-5-6, llegamos en noche cerrada al Passe de Boulari. Antes de cruzarlo arriamos mayor, ya habíamos enrollado el génova unas millas antes para no tener problema con el rumbo que era un poco ajustado con respecto al arrecife y entre balizas nos encaminamos a destino, a unas 13 Nm.

Esperábamos que al entrar al Lagoon el mar se suavizara, cómo recordábamos de ocasiones similares, pero es tan grande que da igual estar dentro que fuera del arrecife durante bastantes millas. Así que desojados por el cansancio y el sueño y con el miedo al dichoso coral, recorrimos lo que sobre las cartas parece una autopista, cuando en la realidad y con la ciudad, llena de luces, al fondo, es un camino tortuoso en el que cuesta encontrar las referencias.

Al fin a las dos de la madrugada echamos el ancla en una nada apacible bahía, Baie des Citrons. Parecía que seguíamos navegando.
Cuando nos metimos en la cama no nos importó. Con el cansancio acumulado, dormimos todo seguido.

Estamos bastante contentos porque ha sido una travesía con un poco de todo, vientos en contra, vientos a favor, mar duro, cambios continuos, chubascos e incertidumbres meteorológicas y la hemos superado sin problema después de año y medio de inactividad. Eso sí, anoche no dábamos un perrón por nosotros mismos.

Ha sido muy buena la nueva morfología de velas y con el génova de 72 m y tela fuerte, de 9 onzas, hemos tenido absoluta tranquilidad.
Carlos también está muy contento con el sellado de todos los cofrets. Este capítulo ha dado mucha lata, se han probado todo tipo de burletes y configuraciones hasta conseguir que no entre agua en ningún cofret aunque el mar pase por encima. Otra cosa es que para abrirlos haya que comer bien antes.

En el capítulo de averías, apareció vía de agua en el portillo panorámico de nuestro camarote. Un problema con el sellado que es recurrente. Esta vez y con el mar golpeando duro sobre ese costado, la cosa se complicó y el capitán tuvo que aguzar el ingenio para sellar provisionalmente y afianzar el sellado con tacos de madera y cinta adhesiva. Ahora tendrá que arreglarlo de verdad y habrá que sacar la sal de la tela de esa pared. Nada nuevo.

En resumen todo bien. Como dice Luigi, prueba superada y ahora a conocer otro lugar del que traemos muy buenas referencias.
Por el momento ya hemos sacado los pantalones cortos y las chanclas. !!!Viva el sol!!!

M.Herrero