Fondeo feliz en Tahanea

La primera noche en el fondeo, antes de ayer, después de la cena, tranquilos y relajados en el cockpit, pudimos observar, bajo la luna llena a nuestra espalda, un fenómeno  cuando menos bien curioso. Apareció en el horizonte un Arcoiris gigante que cerraba ambos extremos en el mar, obviamente sin colores, solo la gama de los grises. Nunca habíamos visto ni oído la existencia de semejante fenómeno nocturno. Nos dejó pensativos.

La jornada de ayer, fue muy completa. Por la mañana, próximo a la bajamar, acudimos a visitar el jardín de coral. Nosotros vemos extasiados las maravillas de este mundo subacuático de los mares de coral. La variedad de peces y corales es inmensa. Hay peces de todos los tamaños y colores, grandes bandos de diminutos que cuando miras hacia la superficie brillan como burbujas.

Imaginamos que vimos los mismos peces que los del PIROPO, ellos sí los enumeran y se ve que son conocedores de este mundillo, así que nosotros vamos a hacer este copi pego para los interesados en la fauna submarina : "mariposas de muchos tipos, loros, cirujanos, peces soldado, peces ángel, peces ballesta, salmonetes, meros de todos los tamaños, fedrís, lutjánidos, peces corneta de varios colores, ídolos moriscos, lenguados y algún tiburón puntas negras".

Nosotros hemos echado en falta uno de los pocos peces coralinos que conocemos por su nombre, no hemos visto ni peces payaso, ni las anémonas que los suelen cobijar. En cuanto a los tiburones puntas negras solo los hemos avistado desde la orilla. Especial mención a la variedad de corales, sobre todo los rosas, malvas y azules.

No quedamos boquiabiertos de la visita a este jardín, porque cuando vas haciendo snorkel, si abres mucho la boca,  tragas agua y a la hora de elegir, preferimos una cervecita fresca al volver al cata. Lo hemos disfrutado mucho.

Terminado el buceo, pasamos a visitar a Michael, para llevarle el vino ofrecido, que nos agradeció.

Charlamos un rato interesándonos sobre todo por su vida tan solitaria. Es un hombre de 67 años, natural de este atolón, vivía aquí cuando estaba algo habitado. A esta edad ha conseguido un contrato de guarda,  para volver a sus orígenes y a la vida que le gusta. Su mujer vive y trabaja en el vecino atolón de Faaite, que dista 40 millas de aquí y viene una vez al mes para traerle víveres y visitarle. Michael solo va a Faaite para Navidad, dice que allí hay mucha gente y mucho ruido y a él eso no le gusta. Le preguntamos cuanta gente vive en Faaite porque las Guías no lo mencionan, y él respondió, mucha, mucha gente. También uno de sus hijos faena por estos lares, recogiendo copra.

Oh maravilla de Villa abandonada de Otao, como decíamos tiene dos construcciones que se mantienen en pie y escondida tras la vegetación, una  flamante capilla que según nos dice, él mismo construyó. Inmaculada, llena de santos en peanas y paredes, adornada con unas poquitas flores, pintadita y arreglada como si fuese a venir el señor obispo. Que paradojas tiene la vida, un atolón de 50 kms. de largo, en el que vive una sola persona y con una capilla privada. Como si de la casa de un marqués se tratara.

Nos preguntó si queríamos probar el famoso cangrejo azul del cocotero. Habíamos leído y oído mucho acerca de estos ejemplares que viven en la orilla del mar y se alimentan del coco, trepando a lo alto de las palmeras y que son una delicatessen en los restaurantes de alto copete de Papeete. El ripio es obligado.

Ante nuestra afirmación, abrió la tapa de un bidón de esos de 200 litros y sacó de su interior uno de los buenos ejemplares que tenía allí entre trozos de coco. Lo puso al suelo, patas arriba y con el machete le hizo una incisión profunda a la altura de la boca. Lo elevó del suelo, lo dejó chorrear un poquito y muerte instantánea. Nos lo lavó  en agua salada y nos indicó que lo cociéramos lo antes posible, durante media hora.

Sus dos garras, las que sirven para abrir los cocos, son enormes y de gran fuerza. Cenamos con la mitad del cangrejo, ya que tiene mucha comida. A su sabor, en el que se encuentra el gusto del coco, no estamos acostumbrados y nos resulta raro en principio. Su textura es fantástica.

A la hora de la siesta, en lugar de dormir, nos dimos unos buenos baños en estas aguas cristalinas  y aprovechamos para visitar el ancla que está allá abajo, a 20 metros, asomando solo un poquito del arco. Las sombras que vimos al llegar al fondeo, son pequeños trozos de coral diseminados sobre la gran superficie de arena.

Anoche,  en el fondeo, otro fenómeno extraño que pudimos observar en la misma condición de la noche anterior. Por nuestra popa y también con la luna llena a la espalda, apareció una mancha blanquecina,  circular, o más bien elíptica, sobre el mar, a la que estuvimos tratando de buscar explicación sin éxito. Reflejo de la luna no podía ser, la teníamos a nuestra espalda. Tras unos minutos, desapareció.

Esta mañana hemos vuelto a visitar el jardín de coral. Cambiamos unos metros de zona y resulto aún más bonita que la de ayer.

Terminado el snorkel, pasamos a visitar a Michael para despedirnos. Mañana zarpamos.

Seguíamos teniendo en la nevera el trozo de peixe que nos regaló antes de ayer. Hoy, al comprobar que Michael sigue en buena forma, descartamos ciguatera y peixe al plato a mediodía. Bien rico, textura similar al rape, colores rosados y rojo intenso al centro, como los túnidos. A la plancha y con guarnición de cachuelos y aceite de oliva, bien rico.