Bolivia

Hemos contratado un “transfer directo” desde San Pedro de Atacama a Uyuni, en Bolivia. Esto quiere decir que a las 7,30 de la mañana nos recogen en nuestro hotel y nos dirigimos a la aduana chilena que, cosa curiosa, está en la ciudad de San Pedro de Atacama, no en la frontera que dista unos 30 km. ¿????

Allí esperamos pacientemente a que se abran las oficinas, a las 8 de la mañana. Se empieza a formar una buena fila y como nuestro conductor ha sido organizado, somos los primeros. Pasaporte sellado y hacia Bolivia.

Nos acercamos al Paso fronterizo Portezuelo del Cajón y volvemos a esperar a que las autoridades bolivianas nos den la entrada al país. Esta vez es rapidito. Desayuno junto al microbús y a esperar el vehículo que nos trasladará por la zona boliviana, un 4 x 4 con el equipaje sobre la vaca, protegido por una buena lona, así como las garrafas de combustible y a recorrer los casi 500 km. que nos separan de Uyuni, a través del Parque Nacional Eduardo Avaroa, previo pago de la tasa correspondiente.

01 frontera Bolivia
02 desayuno en la frontera

En la frontera boliviana

No hay carretera, es una pista. Tierra, polvo, baches, lluvia, nieve muy cerca, bórax, paja brava (matorral bajo) y así todo el día, con algunas paradas para tomar el almuerzo o visitar lugares interesantes, como el desierto Dalí, cuyo nombre es posible que se deba a unas piedras sobre una planicie que recuerdan a los famosos relojes doblados del pintor. Y saltos y más saltos. Subida hasta los 5.000 m. sobre el nivel del mar, bajada hasta los tresmiles, toboganes, sube y baja.

03 Camino a Uyuni
04 Camino a Uyuni
05 Camino a Uyuni
06 Camino a Uyuni Desierto Dali
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10 parada para almorzar
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Camino a Uyuni

Son las 7 de la tarde cuando llegamos a Uyuni, ligeramente machacados.

Uyuni, como ya nos habían anunciado, no tiene nada especial. Es una población de 20.000 habitantes, fea donde las haya, con servicios malos y un montón de visitantes atraídos por su famoso salar, el mayor del mundo. Un cementerio de trenes es su otro atractivo.

15 Cementerio de trenes de Uyuni

                                                                     Cementerio de trenes de Uyuni

La visita al Salar compensa los sinsabores de un pueblo tan horrible y un viaje tan duro. El Salar es mágico. Es una superficie con la sal solidificada en profundidades que van desde los 5 hasta los más de 100 m. O sea, millones de toneladas de sal. Y por la que se puede circular con normalidad en todo tipo de vehículos. Tiene unas dimensiones aproximadas de 250 km. por 180. Prácticamente en el centro emerge del salar una isla, Incahuasi, abrupta, con vegetación semidesértica, el cactus cardón es el protagonista.

Una vez que que dejamos la carretera y nos adentramos en el salar, durante bastantes kms. y debido a las lluvias de los últimos días, sobre la sal hay unos 5 cm de agua. Chapoteando avanzó nuestro 4 x 4 en medio de la nada. Las agencias estos días y aprovechando que hay un poco de agua sobre el salar, no ofrecen la visita hasta la isla, porque el agua salada saltando sobre el motor, circuitos eléctricos, etc. provoca averías en los vehículos. Prefieren decirte que no se puede y así resuelven. Nuestro guía, dejándose querer, se saltó esta norma y nos hizo un recorrido para recordar.

Unos kms. hacia el interior la sal está completamente seca.

Hay momentos con sensaciones, como si derivasen de la hoja de coca, tan abundante en este país. En varias paradas que hicimos para disfrutar del entorno y tomar fotografías, el silencio sobrecoge. No hay absolutamente nada. Solo nosotros. Una gran superficie blanca, brillante, bajo el sol que nos acompañó durante la mañana. En lontananza, la reverberación de la luz, produce una especie de espejismos.

En algunos lugares hay cruces en recuerdo de los turistas que fallecieron perdidos en este salar, ya que si no lo conoces bien y con visibilidad escasa se pierde la orientación. Los GPS dan ciertos errores sobre el salar y si las condiciones son muy adversas, invierno, noche, temperaturas bajo cero, si te desorientas, te pueden encontrar un poco tarde y ya congelado.

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Salar de Uyuni

Almorzamos en la isla, sobre mesa y bancos construidos con sal, pequeña caminata hasta lo alto de la isla, que no serán más de 80 m. y que nos costó un gran esfuerzo. A 3.600 m. de altitud, un pequeño esfuerzo se hace grande.

22 Isla Incahuasi
23 mobiliario de sal en Isla Incahuasi
24 Isla Incahuasi
25 Isla Incahuasi
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Isla Incahuasi en el centro del Salar de Uyuni

A la vuelta nos encontramos con un cielo cubierto, muy oscuro sobre, diríamos la costa. Grandes barreras de lluvia en las proximidades de Uyuni. Horizonte distinto y sobrecogedor.

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28 monstruo del Salar
29 Salar de Uyuni
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31 Salar de Uyuni
32 Salar de Uyuni
32b Salar de Uyuni

El Salar de Uyuni al regreso

En la orilla del salar hay 3 construcciones hoteleras. Todas fabricadas con bloques de sal. Una de ellas, el Palacio de Sal donde paran cientos y cientos de turistas a hacerse las fotos, tirados por el suelo, lamiendo sal, muchos de ojos rasgados. En Corea pasan con mucha frecuencia en TV imágenes de este salar e incluso han rodado algunas pelis y lo tienen como un destino turístico de primer nivel. Lo es, lo es.

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34 Palacio de sal
35 Monumento al Rally Dackar
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El Palacio de Sal, el monumento al Dackar y el Hotel de Sal

De vuelta a Uyuni, bofetada de realidad. Calles con grandes charcos, difíciles de transitar. El hotel inmundo, estamos alojados en el mejor hotel según Booking, Los Girasoles, 3 estrellas (si sales a la calle y está despejado, hay muchas más) de 86 US $ la noche, donde en nuestra habitación no hay ni armario, ni un puto cordel donde poner una percha, que tampoco hay, para colgar la ropa mojada cuando vuelves de la calle. Se entiende que hay que dejar la ropa en el suelo y por supuesto la maleta sin deshacer. Para compensar tienes que pagar en cash, no admiten tarjetas, por la noche se oye de todo a partir de las 4 de la madrugada en que empiezan las excursiones y los turistas orientales bien maleducados chillan como ratas. Tampoco funciona el Wifi, durante el desayuno se establece una batalla campal, a codazos con los orientales que emburrian. El baño para nota, obligatorio ducharse con las chanclas propias, para no pillar algo. Solo proporcionan una toalla por persona. Lujo asiático.

De los restaurantes preferimos ni comentar. ¡que pena de lugar! Con tanto turismo y con la belleza natural que tienen tan cerca.

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Uyuni

Teniendo en cuenta lo que tenemos alrededor, hemos buscado alternativa, adelantado nuestra salida de Uyuni y organizado una visita a la ciudad de Potosí.

Tenemos por delante, en autobús, 200 km y 4 horas de recorrido. La carretera, esta sí asfaltada, discurre por montaña. Curvas y más curvas, de ahí las cuatro horas.

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Camino a Potosí

Hace unos 10 años, vimos un reportaje en TV, “El minero del diablo” sobre la famosa mina de plata del Cerro Rico de Potosí. El protagonista, un niño de 14 años, que habiéndose quedado sin padre, trabajaba en la mina para sacar adelante a su familia, madre y dos hermanos menores. El iba contando las penurias, las dificultades, el peligro del trabajo minero. Nos contaba también el culto que mantienen al “Tío”, una especie de demonio, representado toscamente en cada bocamina, con forma de muñeco-diablo, al que se hacen ofrendas de hojas de coca, alcohol de 96º, para que se tome algún traguito que otro y se adorna con serpentinas, para evitar que su ira produzca accidentes en la mina, castigos y poco mineral. Basilio explica a su hermano pequeño la explotación a la que estaban sujetos los indígenas por parte de los colonizadores españoles.

Basilio, el niño minero, tenía cifradas sus esperanzas en estudiar y hacerse profesor. Sobre todo en escapar del destino del minero, generalmente silicosis y/o muerte prematura. Veíamos como empezó a ir al colegio y como se esforzaba para compaginar su trabajo y los estudios.

Toda esta narración va cargada de unas tintas de alta sensibilidad, ternura y cierto dramatismo.

Aquel reportaje nos dejó una huella profunda. Teniendo Potosí a la vista y asaltándonos el recuerdo, no dudamos en hacer una visita a la Ciudad Imperial y a su famosa mina del Cerro Rico.

 Si tenéis interés en el reportaje hacer clik en el siguiente enlace: El minero del diablo

Llegamos a Potosí la víspera del plebiscito de Evo Morales. Como otras veces, nos sorprenden las medidas que se imponen en Sudamérica para las elecciones. El día anterior se establece Ley Seca, en ningún lugar se sirve una gota de alcohol, ni siquiera a los extranjeros que no votamos. En Bolivia, el día de las elecciones se paraliza el país. Todo, absolutamente todo, cerrado. Tiendas, restaurantes, bancos, etc. No hay transporte público ni privado. Para casos especiales se pide una autorización expresa, con varios días de anticipación y justificando la necesidad.

Vimos una ciudad sin tráfico, con la gente paseando sus calles en paz. Aquí el NO a Evo Morales, es una constante. Parece ser que se sienten engañados por las promesas incumplidas del dirigente indígena, que ha hecho como todo político, prometer y no cumplir. Los potosinos se la han guardado y le han dicho mayoritariamente que NO.

Las calles de Potosí siguen conservando un sabor de arquitectura colonial típicamente española, montón de iglesias, más de 30 y casas con corredores, escudos nobiliarios, mucho empaque en algunas, calles estrechas, palacetes, etc. El color lo aporta la indumentaria de las mujeres quechua. De hecho, el quechua es lengua oficial en esta zona y es obligatoria a la vez que el castellano. Hay gente que solo habla quechua.

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Nos hizo de guía un estudiante de turismo, Álvaro, quien nos fue contando tanto la historia de Potosí como su actualidad. Surgió el tema del reportaje del niño minero y casualmente este niño es compañero suyo en la Universidad. Le propusimos que lo localizara y reunirnos a cenar. Así fue. Conocimos a Basilio, que ahora tiene 25 años. Su infancia, como no, le ha dejado huella profunda. A los españoles nos sigue considerando opresores, aunque cenemos, bebamos y nos riamos juntos.

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                      Con Basilio, “El minero del diablo”

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                                                                                Con Álvaro y Basilio

Nota para Basilio: hace quinientos años los colonizadores, efectivamente maltrataban y explotaban al indígena. Hoy en día otros colonizadores, sin cara, nombres ni apellidos, o sea, el mercado londinense, fijan los precios de las materias primas y siguen machacando a los mismos. Ahora las minas funcionan en régimen de cooperativas, sin jefes ni patronos. No hay salario y dependen, además del precio del mercado, de la calidad y cantidad del mineral extraído. O sea, la mayor esclavitud, la del auto patrono. En el Cerro hay un sinfín de bocaminas, actualmente trabajan unos diez mil mineros.

Nos gustó encontrar a Basilio, ver que ha salido adelante que sus expectativas de ser profesor han cambiado, ahora estudia turismo.

Quedamos con él para hacer la visita a la mina. ¿quién mejor nos la iba a enseñar? Allí, en el cerro, al pie de la bocamina donde vive, nos presentó a su madre que trabaja como vigilante de las instalaciones, maquinaria y herramientas de los mineros. Ella solo habla quechua y Basilio hizo de traductor. Dentro de la mina revivimos lo que en su día habíamos visto en el reportaje.

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71 Visita a una mina
72 Visita a una mina
73 con el Tio en la mina
74 con el Tío en la mina
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Visita a una mina de plata del Cerro Rico de Potosí

La ciudad Imperial de Potosí nos ha dejado un grato recuerdo.

El lunes volvió la actividad y la vorágine por las calles. La contaminación de los vehículos es tremenda. Si a eso le sumamos los cuatro mil metros de altitud sobre el nivel del mar, se nos hizo difícil y cansado hasta caminar. Llegamos a tomar infusiones de hoja de coca, buscando un poco de alivio, según la recomendación local.

Otro detalle que nos llamó la atención fue la indumentaria de los escolares. Todos, absolutamente todos, uniformados. En la Plaza del 11 de Noviembre, centro de la ciudad, se reúnen después de clase, montones de estudiantes, menores y no tanto, cada uno con su modelo de uniforme. Los hay simpáticos, como esos niños pequeñitos vestidos como novios de pueblo, con un traje totalmente formal, negro y con corbata.

En esta plaza y tras las clases, la concentración de hormonas es de alta intensidad. Chicos y chicas se afanan en buscar su media naranja.

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64 Plaza del 11 de Noviembre en Potosí
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Potosí y la plaza 11 de Noviembre, llena de estudiantes

Más puntos para Uyuni, los del viaje de vuelta.

El día anterior reservamos por teléfono los billetes de Uyuni a Calama, en Chile. Precio acordado 120 bolivianos. Llegaremos a Uyuni a la 1 de la madrugada y nos dicen que la oficina de la compañía, Expreso 11 de Julio, abrirá a la 1,30 horas. La terminal de autobuses consiste en una calle ancha, con isleta central llena de puestecitos y en la calle los distintos chiringuitos de las compañías de transporte. Todo ello al aire libre. No hay baños, ni nada. Si llueve, ya sabes.

Llegamos a la 1 y el susodicho chiringuito abrió a más de las 3. No llovía hasta ese momento. En la calle nos fuimos juntando los viajeros en espera del bus. Por fin abre la oficina. Entramos los primeros para sacar el billete. El precio ya no es 120, hoy es 130 y como hay mucha gente sin billete, lo tomas o lo dejas. Lo tomamos y protestamos airadamente. Ni caso. No te contestan. Ponen cara de póker y se quedan fumando un puro. Las meadas por las esquinas, mujeres entre cubos de basura y hombres a cualquier pared.

Llega la lluvia. Fuerte lluvia. Todos los merodeadores de esta compañía y de otras, adentro. Enlatados como sardinas.

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“Terminal de Uyuni”

A las cuatro llega el autobús y allá vamos. Dormitamos, a saltos y al amanecer nos despiertan cientos de moscas inside. Hay que ponerse gorra para proteger la pista de aterrizaje del capi. Aparece la revisora, una india gorda, tapada con una manta, para controlar los billetes. En los autobuses de aquí, tanto conductor como revisor van blindados como en los aviones.

A las 8,10 horas llegamos al puesto fronterizo boliviano. Somos el tercer autobús. Hasta las 8,30 no abre la aduana. Otra meadita en la “big toilette”. Solo nos cuesta 1hora 30 minutos sellar los pasaportes de salida.

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En la frontera boliviana, nuestro limpio autobús

Cambio de autobús para acercarnos a la frontera chilena. Ésta se dedica a escrutar los equipajes, autobús, calzoncillos del conductor, las bragas de su suegra, etc. Sacan el perro astuto que debe tener catarro porque para en todos los equipajes y como final a revisarlos manualmente. Total 2 horas 15 minutos de nada. Buscan evitar el trafico de coca desde Bolivia. En total hemos empleado 3 horas y 45 minutos en el paso fronterizo.

La carretera es asfaltada de nuevo y hasta Antofagasta, con transbordo en Calama. Total 22 horas de viaje.

El PRATI sigue a flote y esta noche es maravilloso poder dormir en nuestra cama a pata suelta.

Han llegado los turbos de España y se montan sin problemas. La idea es zarpar el jueves, 3 de marzo, rumbo a Arica, última ciudad de la costa chilena que visitaremos.