Día 30 de noviembre, a las 16 horas está previsto soltar amarras y cruzar por el pequeño espacio que deja el puente cuando se abre, camino de la primera recalada en la ciudad de Mar del Plata.

Todo está revisado y creemos que a punto. El tema del equipo de viento resultó ser un problema del anemómetro. Lleva gira que te gira casi 7 años y se cansó. Un rodamiento estaba bastante dañado, con una holgura importante, provocando una oscilación en el eje, que perturbaba las señales que dan las indicaciones de intensidad de viento y dirección. Como no se encontró repuesto en La Argentina, se utilizó el sistema cubano de reparar todo lo que se ponga por delante. En Chile compraremos un anemómetro nuevo.

Estos últimos días han sido agitados. El capítulo intendencia nos ha llevado mucho tiempo, muchos viajes, tratando de comprar cada cosa en el sitio adecuado.

Llegaron los carretes de cabo de amarre, 440 m de cabo de plástico flotante, de 22 mm de mena en dos rollos. Almacenamos en los enrolladotes de las popas dos tramos de 120 m. y hemos hecho dos adujas de 100 m cada una. Este sistema de cabos está pensado para los fiordos y canales chilenos en donde está prohibida la navegación nocturna y hay que fondear cada día. El fondeo es bastante complicado, largando ancla por proa y 4 cabos a tierra, 2 por las amuras y 2 por las aletas. Se trata de estar bien prevenido ante los posibles vientos catabáticos, que alguna vez se descuelgan de las montañas a velocidades de hasta 50 kts. que vienen a ser 100 km. por hora, los famosos y temidos williwaws. Todavía distamos bastante de necesitar los cabos, será a partir de Ushuaia, que en la lengua de los Yamanas, indios aborígenes de la zona, significa “Bahía abierta al Oeste”.

Esta mañana tenemos que ir a Prefectura para tramitar el despacho de salida de Buenos Aires. Aquí la legislación, como en todos los sitios por los que vamos pasando en Sudamérica, es intervencionista y te obliga a ir contando tu vida cada vez que mueves un casco.

Adiós Buenos Aires.