Invierno, en un país tropical

Era algo con lo que no habíamos contado demasiado. Incluso en los países tropicales, el invierno se nota.

Desde que llegamos a la Bahía de Ilha Grande, allá a mediados de marzo, los días inexorablemente han seguido menguando, ahora a las 5 de la tarde la luz es mortecina y la temperatura anima a esconderse dentro del barco. Aunque amanece temprano, la humedad que impregna toda la superficie de cubierta tarda en desaparecer y convertir el barco en un lugar agradable para vivir. Con lo que el día queda reducido a 6 horas de luz y buenas condiciones y 18 de oscuridad, humedad y fresquete.

Esto en el caso de que no llueva, lo que suele ocurrir con mucha frecuencia, hay días en que simplemente llueve, pero otros decididamente diluvia. Nuestra estadística dice que llueve dos días de cada tres. ¡que suerte tuvieron Renata y Zoro!

El barco, aún con nosotros dentro y limpiando todo lo que vemos, se va humedeciendo día a día, tanto las maderas como las paredes de fibra y las que están tapizadas. No podemos imaginar lo que encontraremos cuando regresemos después de tres meses. Nos habían contado que el invierno se traducía en días más cortos, temperaturas más bajas en el aire, las del agua, buenas, cielos azules ya que estamos en la estación seca y calma en general. Según nos ha dicho un argentino que lleva 15 años flotando por aquí, eso era así hasta hace 5 años. Ahora, la climatología ha cambiado y lo de los cielos azules se ha convertido en algo anecdótico.

Hemos pasado el fin de semana en Abrao, capital de la Ilha Grande. Lo hemos visitado por primera vez. Se trata de una población de unos cuatro mil habitantes, escondidos dentro de la mata, pues desde el mar apenas se ven una docena de casitas y su iglesia. Hay callejuelas que suben hacia el morro, con casas bien curiosas, en nada parecidas a las que estábamos acostumbrados a ver por el litoral de la Ilha Grande, que son todas de ricachos. En Abrao vive gente normal en casitas humildes y de vez en cuando se ven detalles de los que recuerdan al más puro Caribe, lavadoras oxidadas en la calle, una máquina de coser, chatarra en general, vegetación exuberante y niños jugando por todas partes.

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Una particularidad es que no hay coches, solo una ambulancia, los sanos, turistas incluidos, van en bicicleta o andando. Otra forma común de desplazamiento es por mar, en las escunas que ofrecen excursiones para todos los gustos.

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El inconveniente para nosotros es que no hay ningún atraque para el dinghy, pues las escunas y los taxi boats, lo ocupan todo y no dejan ningún espacio libre en los dos pantalanes existentes. Hay que dejar al pobre dinghy fondeado, lo más cerca posible de la orilla y salir nadando. Esto a medio día, vale, pero a la tarde noche, una polladebedolla. Resumiendo, que sábado y domingo comimos en el pueblo y cenamos en el PRATI. Parece ser que hay un gran ambiente nocturno, desde luego locales hay a montón y turistas bastantes, incluso siendo invierno. Hay Pousadas por todas partes e incluso desde el fondeo se escuchaba música.

Estos días estamos en la Enseada das Palmas, tranquilidad absoluta y el fondeo bien bueno.

Pescar, ayer lo intentamos y solo salió la muestra; un olho de cao que fue indultado por su tamaño, pesaba menos de 20 kilos.

Nos hemos puesto calcetines y leemos con cierta envidia lo de las altas temperaturas de España. En cuanto un día sale el sol, todo es estupendo, nos bañamos y disfrutamos por algunas horas del país tropical. Moro, nun pais tropical, abençoado por Deus……… e bonito por natureza, …..…….