Día 22 de septiembre, a las 7 horas UTC, o lo que es lo mismo, las 9 de la mañana en hora local, salimos del atraque de A Pobra do Caramiñal para arrumbar a las islas Canarias.

Antes habíamos hecho un desayuno especial, con una rica tarta que nuestra amiga Rosana había preparado para nosotros, con las manzanas de “Berberecho”. Gracias, de nuevo, a los dos, que pareja tan cariñosa y amable. Juan, recién incorporado a la tripulación, quedó encantado con la buena perspectiva de vida a bordo que el desayuno anunciaba.

El día espléndido, con viento de unos 10 kts. mientras avanzamos por la ría de Arosa llena de actividad a esas horas.

Tras una hora, el viento baja y la niebla empieza a rodearnos. Tenemos que arrancar un motor y desojarnos para ver algo entre la niebla, que llega a ser bastante espesa.  Los pesqueros están por todas partes.

El viento se establece de F-4 del NNW y volvemos a sacar el génova que habíamos recogido al arrancar el motor. Lo bueno que tiene ir algún rato a motor, es lo bien  que te sientes cuando, por fin, lo apagas.

Navegamos felices, con viento y sol, hasta el atardecer en que el cielo empieza a ponerse un poco feo y el viento racheado, unido a las olas de mar de fondo,  consejan cambiar el génova por el foque que siempre nos da más seguridad.

Cuando el viento baja un poco, los chicos, de guardia en ese momento, reponen el génova. Yo misma, que estoy descansando, pienso ¡que bueno, poder seguir en la cama! Ventajas de la compañía.

Ahora, a las 10 UTC del día 23, con Coimbra por el través, estamos cruzando en forma muy, muy oblicua, el dispositivo de tráfico y en unas 15 millas, nos hemos concentrado 18 barcos, ocho a la vista y el resto en el radar.

Renovamos la idea de las dedicatorias. Este primer día de navegación, después de la parada forzosa para hacer “chapa y pintura” se la vamos a dedicar a nuestro cuñado Andrés, con el deseo de que tras su forzada parada para reparaciones, vuelva a avegar por la vida como solía hacerlo y si acaso más optimista y feliz.