12 de Abril. Fondeados en Pirates Bay

Esta mañana una pareja de pequeños pajarillos intenta de nuevo hacer su nido en el saco de la vela mayor. Hace unos días, en el fondeo anterior, también lo intentaron y tuvimos que deshacérselo para no causarles un trauma mayor cuando estuviera terminado.

Tienen un aspecto entre lo que sería un gorrión por el tamaño y una golondrina por color y porte, son muy lindos. De vez en cuando se instalan en los guardamancebos de proa, siempre están revoloteando por la popa, vigilándonos para poder continuar con su trabajo. Esta vez les vamos a dejar y si quieren que se vengan a Trinidad.

Ya hace una semana que arriamos bandera por nuestro luto. Hoy, volvemos a izarla, porque como dicen Miguel y María, la vida tiene que seguir su curso.

Ahora estamos fondeados justo enfrente de la pequeña playa de Pirates Bay, un poquito más alejados del pueblo y del resto de la flota, que en un momento determinado fue muy numerosa y nos sentimos con poco espacio vital, teniendo en cuenta que estamos en una bahía de gran tamaño, más de una milla de diámetro, resultaba absurdo estar incómodos con esa situación.

Aquí ahora podemos bañarnos con más o menos ropa y tener una intimidad que antes había desaparecido. Al estar situados más cerca de la entrada de la bahía, hemos echado la caña, primero con restos de comida en el anzuelo, carne de sol brasilera, longaniza y por último gambas congeladas compradas en La Graciosa (Lanzarote) allá por julio del año pasado. ¡Eureka! Les han gustado y en dos días hemos pillado 3 pescados llamados aquí big eyes, o sea, ojotes. Su aspecto es similar al besugo, con color rojo intenso cuando salen del agua y se va convirtiendo en grisáceo después. Ayer cenamos uno, cocinado al horno con cebolla y patatines y resultó bien rico.

Este domingo pudimos ver la pesca colectiva de la que habla Emma Mora en su libro “De Montserrat a los Mares del Sur”, en esta ocasión era poca gente y la red salió con pocos peces, posiblemente no sea la época de entrada de los grandes cardúmenes. A propósito, nos está encantando, aunque ya habíamos leído este libro, la narrativa de Emma. Ahora releemos sólo lo que corresponde a los lugares que estamos visitando para usarlo de guía. La información que aporta de los sitios que conocemos se ajusta mucho a nuestros criterios.

Después de la pesca con red, otros pescadores aparecieron por la bahía: un bando numeroso de delfines de gran tamaño deambularon de babor a estribor y de estribor a babor, así como en nuestra proa, durante casi una hora, permitiéndonos disfrutar de sus evoluciones y filmar en video los coletazos que daban al agua repetidamente, quizá para espantar la pesca hacia donde estaban los demás.

La semana pasada en un pequeño autobús, que llaman maxi taxi y en la compañía de Tove y Pierre, del PJUSKE, fuimos a Scarborough, capital de la isla, de unos mil habitantes y situada en el SE, o sea, justo al extremo opuesto de donde estamos nosotros. El recorrido por unas carreteras estrechas y muy sinuosas, duró hora y media. Cada vez que veíamos aparecer un coche por la derecha, en semejantes carreteras, nos daba un vuelco el corazón. Hay que meter en el disco duro que estamos en un país de la Brithish Commonwealth y que como los ingleses, conducen por la izquierda. Desde nuestra ventanilla, pudimos contemplar las distintas bahías que configuran la costa E de Tobago: Kings Bay, Queens Bay, Princess Bay, Goldsborough Bay, Barbaddos Bay y otras. Todas bien bonitas aunque de arenas grises. Pequeñas lanchas de pesca en todas ellas, similares a las de aquí. La vegetación típicamente caribeña con una paleta de colores muy amplia, rojizos, tostados, ocres, amarillos y toda la variedad de verdes, de los más claros a los más oscuros. Se alternan los grandes arboles de mangos y frutos del pan, con palmeras, cocoteros, cañaveras, árboles a los que empiezan a asomar los brotes primaverales, plantas ornamentales, croton o similares y un montón de flores.

Cada pocos minutos parada discrecional del auto para recoger o dejar pasajeros. La mayor parte de los que van a la capital, muy bien vestidos, las señoras con trajes de chaqueta y sombreritos, casi todo el mundo bien aseado y perfumado.

En cada pueblo su buen estadio de football, también usado para los partidos de críquet que aquí parece ser el deporte rey y del que tienen famosos jugadores.

Scarborough es algo así como city no name, bastante anárquico, desordenado y poco glamuroso. Ese día había un gran crucero con su gran proa casi por encima de nuestras cabezas. Pudimos comprar frutas y verduras, así como unas cervecitas. Por la tarde regresamos bastante cansados al barco, pues el viaje de vuelta fue de dos horas y los asientos del microbús no son demasiado confortables.

A pesar de nuestro cansancio, Peter nos estaba esperando para invitarnos a cenar en su barco, STELLA MARIS. Preparó un kingfish bien rico, acompañado de arroz y ensalada de verduras. Como no hubo bebidas alcohólicas, la velada fue más corta y temprano pudimos descansar.

Prácticamente toda la semana pasada, con el comienzo glorioso que contamos del domingo al amanecer con el cura dando voces a diestro y siniestro, tuvimos sermones vespertinos. Aquí, además del cura, actuaba una señora que se desgañitaba hasta perder el habla. Sonaba tremenda, daba pánico y no entendíamos que pudiera tener adeptos.

El fin de semana, como colofón, gran concentración de feligreses, instalados en la calle, en bancos bajo unas grandes carpas, seguían sufriendo las peroratas y embestidas de sus directores espirituales. Una comida comunal puso el broche de oro.

Mientras tanto, en el campo de deportes próximo, partido de críquet que duró dos días.

Con todo este jolgorio, los bares y casas de comidas estaban a tope.

Seguimos teniendo pereza para levar el ancla de este fondeo y dirigirnos a Trinidad, lo seguimos retrasando porque estamos muy bien aquí.