Una semana en plena naturaleza

La bahía de Camamú es un lugar con encanto. Tiene unas dimensiones enormes aprox. 10 x 5 Nm. En ella desembocan los ríos Camamú y Maraú. El Maraú por el que hemos navegado con el PRATI, tiene un largo trecho practicable para veleros, unas 20 millas desde la bahía.

La población que habita esta zona es muy escasa, en sus orillas por las noches apenas se ven las luces de las casas. Los moradores, casi todos negros, se dedican principalmente a la pesca, algo al demdé y al coqueiro y un poco al turismo, que no es muy abundante por estos lares.

Como teníamos previsto fuimos de excursión por la bahía en una escuna local, que alquilamos para recorrer algunas zonas de muy poco calado y que pueden dar algún susto si las navegamos en el cata.

Así además de transporte seguro, tuvimos guías locales, lo que es muy de agradecer. Con ellos conocimos las Islas de Penha Furada, el Villarejo de Campinho y la cidade de Camamú.

A destacar cuando íbamos caminando por Campinho, una señora que estaba junto a su casa, pelando marisco, a la sombra de un mango y protegida contra las moscas, que debía haberlas por cientos, dentro de un mosquitero de red amarilla a modo de jaula. La señora encantada y nosotros admirando el invento.

Otro personaje curioso de esta excursión, fue el “joao de barro”. Resulta que es un pájaro que fabrica su nido con barro, con la forma de un igloo, situándolo en lo alto de un poste de la luz, como lo vimos nosotros, o lugares similares. El animalito tiene tela. Si descubre que su señora, la pájara, se va de picos pardos con otro joao, la mete dentro del nido y sella la puerta con barro, dejándola dentro hasta que muere. ¡Ah…..! Fíjate de donde viene el dicho popular que se refiere a mujeres golforras, que se van por ahí de picos pardos y de las que se dice ¡vaya pájara!…….. pues eso debió nacer en Campinho, Camamú, Brasil, o al menos la historia que nos contó el guía, eso nos recuerda.

De Campinho fuimos a las Islas de Penha Furada, que están en la margen de estribor de entrada a la bahía. Como su propio nombre indica tienen formaciones rocosas con agujeritos en el medio, bastante pintorescas. De ahí navegamos la bahía en dirección oeste hasta llegar a los manglares, que delimitan un canal sinuoso, que nos remonta ría arriba, hasta la cidade de Camamú. Tiene una estampa colorista bastante bonita y un puerto fluvial abarrotado de escunas, de canoas y veleros locales. Comercio bastante animado y un astillero de barcos de madera que construyen a la antigua usanza. Nos gustó bastante la visita.

A las cinco de la tarde estábamos de nuevo en nuestro fondeo disfrutando del buen tiempo, la calma y la tranquilidad.

2 de marzo

Levamos el ancla para internarnos por el río Maraú, que es navegable y del que tenemos información cartográfica.

Recorremos 7 millas y fondeamos entre las islas de Tubaroes y Tatus.

Posición

Latitud: 14º 00,94 S

Longitud: 38º 59,76 W

Sonda en bajamar 1,5 metros bajo la quilla.

El fondeo es un lugar muy abierto, de unos dos Km. de diámetro y aunque hablamos de estar entre islas, no se distinguen las delimitaciones entre estas y la tierra firme, ya que el paisaje es uniforme, todo verde alrededor, 360º de naturaleza. El único sonido que se escucha es el de la corriente de agua contra la cadena del barco, los pájaros y de tarde en tarde las voces de los pasajeros de alguna escuna. Aquí es habitual el transporte fluvial, incluso hay una escuna, a modo de autobús escolar, que recorre aldeas y poblados recogiendo a los meninhos que van a la escuela. Los recogen a las 6 de la mañana y los devuelven a las 12. Horarios de este país.

Al día siguiente, sobre todo por la noche, la lluvia se despachó a gusto. Apenas vimos el sol durante el día.

En excursión de dinghy localizamos un señor que vende cerditos para hacerlos en barbacoa, al módico precio de 20 € el ejemplar de 8 kilos. Como para nosotros dos solos se nos hace un poco grande el animalito, preguntamos a un grupo de barcos suizos que habían fondeado en el entorno y aunque al principio les hizo mucha ilusión, en última instancia les dio susto el tema y dijeron no estar interesados. Nos quedamos con las ganas y el cerdito encantado de la vida.

4 de marzo

Otras seis millas más arriba aparece el fondeadero de Maraú. ¡Que maravilla!, dice Magdalena que parece un lugar de cuento. Las fotografías lo acreditarán.

Tiene una pintura mural, en unos anillos de hormigón que rodean una colina, que preside el pueblo y que representa la vida de Maraú. Es un gran acuario, con tiburones, tortugas, langostas, pulpos, calamares gigantes, de todo, de todo. Una gran cascada, a la parte izquierda, que representa la cachoeira de Tremembé, una cascada que es la principal atracción de la zona y por la otra parte el pueblo con sus casas, arbolitos y demás.

Aquí la calma desaparece, pues estamos ante un pueblo de unos mil habitantes que en su avenida, pegada al río, tiene unos kioscos que casi todo el día tienen música. Bastante buena pero en volumen alto y sin posibilidad de cuando quieres descansar, apagarla.

Posición:      Latitud.- 14º 06,01 S

Longitud.- 39º 01,16 W

Sonda 8 metros.

Al día siguiente feria local. En los alrededores del mercado municipal, puestos de frutas, verduras y carnes. La mitad de las cosas presentadas estupendamente encima de un trapo, papel o plástico, directamente sobre el suelo. La carne cortada a machetazo ciego y con un aspecto de auténtico tercer mundo. Resultan pintorescos este tipo de mercados. Hemos notado una gran diferencia con los países árabes y con los del Caribe, aquí todo está bastante limpio. Y como reflexión general, el brasileño de la zona del nordeste que hemos visitado, es limpio, aseado y nunca, incluso en aglomeraciones y grandes fiestas, huele a sudor.

Al atardecer coincidimos con una pareja de navegantes suizos, que acababan de fondear a nuestro lado, con los que fuimos a cenar a un lugar del que ellos habían oído hablar bien. Que cosa curiosa.

Éramos los únicos clientes y nos habíamos sentado en una especie de terraza, donde sólo cabe una mesa, a tomar una cerveza y esperar por la cena. A la media hora la camarera nos dice que la cena ya está lista y que podemos pasar al comedor. Un comedor era, efectivamente, como el de una casa, con un sofá al lado de la mesa, con un aparador y su tele y gente que entraba y salía a la otra mesa del fondo y que son los de la casa. En el sofá, oh maravilla, presidiendo nuestra cena, ya que nos habían sentado cara al sofá, la dueña del restaurante, la señora Lucia, acostada y tapada con una manta. En principio parecía adormilada, pero dirigía desde allí, con un ojo entreabierto a la camarera y a la cocinera. Decía estar un poco doente (enferma). En cuanto lanzamos los primeros fiases haciéndonos fotografías y disimulando como que no tenían nada que ver con ella, se despabiló, se incorporó y la presidencia, a partir de ese momento, fue en posición de sentada. También recibió allí algunos amigos que venían a interesarse por su salud. No nos aburrimos nada, es la primera vez en nuestra dilatada experiencia de chiringuitos, bares, restaurantes y similares, que nos acontece semejante cuadro pictórico. ¡¡¡¡acojonante!!!!.

Esta pareja de navegantes nos facilitó los waypoints del recorrido hasta la Cachoeira de Tremembé, lugar al que teníamos pensado ir en dinghy y que dista más de 6 millas. También ponderaron la tranquilidad y la soledad de aquel fondeo junto a la cascada y lejos de la música, que acercándose el fin de semana, seguro que sería más molesta. De hecho al día siguiente los cuatro barcos que estábamos fondeados, cogimos las de Villadiego.

6 de marzo

Seguimos remontando el río, con marea entrante y buena sonda en general, aunque en algunos lugares hay piedras y bajos, unas veces visibles y otras no, por lo que se hace obligatoria la navegación con puntos de consigna.

El tiempo sigue lluvioso desde hace tres días, la temperatura es buena y esta noche pudimos recoger en el dinghy unos 80 l de agua. ¡Ojo la que cayó!

Fondeo en la proximidad, a media milla, de la cachoeira.

Posición;    Latitud.- 14º 08,82 S

Longitud.- 39º 04,61 W

Sonda 5 metros.

Por todos los manglares canoas con lugareños a la pesca del cangrejo. Por la mañana temprano algunos pasaron a saludarnos y cuando estábamos tomando nuestro baño de higiene matinal se presentaron dos chavales de once y trece años, diciendo que eran guías oficiales de la cachoeira. Como es normal, les seguimos el juego y ellos nos explicaron todo lo divino y lo humano relacionado con la cachoeira. Acordamos ante su insistencia, nombrarles oficialmente como nuestros guías para que los siguientes guías, que efectivamente aparecieron un rato después, no les usurparan su propina.

Quedamos con ellos en que más tarde iríamos en el dinghy y ellos allí seguirían sus explicaciones.

Una vez concluidas nuestras faenas matinales nos encaminamos a la famosa cachoeira. A medio recorrido pescamos a nuestros guías en su canoa y los remolcamos hasta el lugar. Allí nos hicimos unas fotos mientras ellos seguían explicando la cantidad de actividades y cosas que podíamos tener en la cascada: tomar baño, ponerte por detrás del agua, tomar baño, ir al bar, tomar baño, subir a la parte alta de la cascada, que tendrá cinco metros y tomar fotos, tomar baño. Y un sinfín de cosas como estas, tomar baño, hasta que les dimos la propina y quedaron tan contentos y nosotros también. La cascada solo tiene una particularidad, que debe ser la única de la zona.

Las dos noches fondeados allí resultaron un poco deprimentes por tanta lluvia y tormentas, además de que los mosquitos no nos dejaban tener la luz encendida y aquello era como la boca del lobo.

8 de marzo

Regreso al primer fondeo de Goió. 19,2 Nm que recorremos a motor, como todos los recorridos en la bahía. Llegamos en pleamar, el agua transparente por la proximidad del mar, unas 6 millas y el sol en lo alto. Que baño más bueno nos dimos.

En los demás fondeos, el agua está limpia pero coloreada. Parece un aguachili de café. Se agradece volver al mar.

A la mañana siguiente estábamos en duda sobre si irnos hacia Salvador o subir al palo, una obligación que venimos posponiendo desde hace dos meses. Como este sitio es tan tranquilo y las posibilidades cada vez son más escasas, pues la próxima semana nos largamos hacia el Caribe, decidimos que este era el lugar y el día oportuno.

Magdalena al winche y Carlos en la cestilla hasta los 24 metros que tiene la perilla. Revisión exhaustiva de toda la aparamenta de fin de palo y bajada reapretando toda la tortillería de la carrilera, crucetas y demás. A mitad del palo, el radar presenta un problema importante. Su cubierta plástica está fundida por la parte exterior, por el roce que provoca el foque autovirante en los cambios de bordo. Fabricamos una cincha de fortuna para proteger esta zona e impedir que el deterioro continúe. Otro trabajito para el astillero. Lo curioso es que el foque no tiene ningún deterioro, apenas un poco teñido del azul del plástico de la carcasa del radar.

Por lo demás queda todo en orden para la travesía hasta Trinidad que son dos mil y pico millas de ná.

Nuestra experiencia en la bahía ha resultado estupenda. Aunque el clima fue mitad soleado y mitad lluvioso, nos ha encantado estar rodeados de naturaleza y de gente tan sencilla y amigable. Parecen anclados en otro tiempo. Continuamente se les ve en sus canoas de madera, algunas muy viejas, intentando conseguir algún pez o cangrejo, lanzando las redes, poniendo nasas y cambiando de lugar continuamente, deslizándose suavemente en esas aguas mansas, otros con unas velas remendadas, fabricadas con sacos de todo tipo y trapos viejos, bastantes agujeros, pero la vela, velea y quita trabajo. Todos saludan y sonríen ante nuestro saludo.

En alguna de las islas de la bahía y de los ríos, no tienen agua y tienen que ir a buscarla a una fuente incluso en otra isla. Allá van también con sus canoas, que parecen parte de ellos, cargadas de cacharros en los que transportar el agua.

Nos hemos alejado, solamente, 90 millas de Salvador y sin embargo el salto en el tiempo puede ser de medio siglo. En Camamú y su bahía ha llegado el Internet, como no, pero las costumbres ancestrales continúan en su vida cotidiana.

10 de marzo

Con pena abandonamos esta especie de paraíso para regresar al bullicioso Centro Náutico de Salvador. Por el camino una última escala, Garapua, extensa bahía abierta al este con el pequeño resguardo de dos arrecifes, uno al norte y otro al sur. Desde una punta de la playa hasta la opuesta, que bien serían cinco kilómetros, todo coqueiros, macizo de coqueiros. De no ser porque el agua no es transparente, podría ser una de las salvajes playas del Caribe. En un extremo, unas pocas construcciones camufladas entre la vegetación, con tres o cuatro chiringuitos para el verano, algunas posadas en segunda línea de playa y hacia dentro un pueblecito rural, en el que según información del Capitán Pipoca, viven unos 900 lugareños.

Posición: Latitud.- 12º 58,33 S

Longitud.- 39º 30,95 W

Sonda de 1,2 metros bajo la quilla en bajamar.

Allí nos dimos unos baños estupendos, probablemente los últimos de Brasil en esta visita.

Hoy, por la mañana, repetimos baño y a regañadientes levamos ancla y arrumbamos hacia Salvador. Viento del morral, motor al tran-tran las 25 primeras millas y viento fuerte y mala mar las últimas 15, también de morral.

Mañana seleccionaremos fotografías para ilustrar todo lo dicho y cuando Toni pueda, ahora creemos que está de vacaciones, dará el formato oportuno a las posiciones,  para que se pueda pinchar  sobre ellas y ver la zona en los mapas de Google.