Seguimos con el “estropiciu”

Seguimos en Salvador de Bahía, esperando para hacer las reparaciones del estrago de la boya. Mañana, por fin, viene una empresa a realizar los trabajos que se pueden hacer por encima de la línea de flotación.

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Así quedó la pobre red. El zurcio

Hace días que esta misma gente taponó con masilla epoxídrica de dos componentes, los buratitos que tenía el casco de estribor. Casi han conseguido la estanqueidad.

Sacar el barco del agua, en el único punto posible de la Bahía de Todos los Santos, (una base naval)  cuesta la increíble cantidad de  4.313.-euros + 431 por cada día de permanencia. La cama, aparte. Es decir, todos los trabajos a realizar los factura otra empresa.

Parece ser que el trabajo definitivo tendremos que realizarlo en Angra dos Reis o Santos a unas 800 –1.000 millas de aquí.

Y para esto llevamos días y días de aburrimiento. Sin apenas movernos del barco en espera de unos y de otros.

Entre tanto hemos ido conociendo nueva gente, desde el primer día Sergio, el amigo prestado del Almirante, se desvive con nosotros llevándonos y trayéndonos, invitándonos, acompañándonos y presentándonos a nuevos amigos: su hermana Raquel que vino de visita desde Buenos Aires,  José Luis y Nuria que también viven aquí por trabajo y otros compañeros de su empresa.

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Con Nuria, Raquel, Sergio y José Luis

En el fluctuante  (para nosotros pantalán flotante) coincidimos y compartimos charla y cervecitas con Alejandro “El mono” y Susana, del barco antártico “El mago del Sur” .

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con Susana, Alejandro, Sergio y Raquel

Hemos repasado nuestra actuación del sábado día 5, en el incidente con la puta boya y la conclusión es que somos absolutamente culpables, salimos de paseo, con la guardia baja, no marcamos, en la carta electrónica,  las balizas que teníamos en el derrotero y no llevábamos funcionando el radar. Vamos, de bofetada.

Cambiando de tema, hablaremos un poquito de Salvador.

Es una urbe tremenda, tiene unos tres millones de habitantes, negros y pardos en su mayoría  y una extensión  como de diez. hay una zona urbana que es el casco antiguo, el famoso Pelourinho, que tiene un encanto especial. El resto son urbanizaciones privadas, con altos edificios, torres, grandes manzanas, todos sin excepción bien protegidos contra las intrusiones externas y vías de comunicación poco rápidas con lo que los desplazamientos se hacen eternos. La mitad del tiempo se pasa en taxis de acá para allá.

La ciudad está mirando a la Bahía y al mar en su mayor parte y tiene una serie de playas,  a cual más bonita, que se extienden a lo largo de varios kilómetros. Las recorrimos en microbús para ir al aeropuerto a renovar el permiso de estancia en Brasil y tardamos más de una hora.

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Playa de Barra, puesta de sol.

Estamos atracados en el Centro Náutico, por nuestra proa El Fuerte de San Marcelo que inicialmente era de madera  y se reconstruyó en piedra después de la invasión holandesa de 1.624. Está sobre una isla que ocupa en su totalidad y tiene forma circular. Su misión era proteger el centro de la ciudad de los ataques marítimos. Ahora tiene un museo en su interior y hay que visitarlo en barco.

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El fuerte de San Marcelo, delante saveiros

Por la popa, a cien metros, el Mercado Modelo, el elevador de Lacerda y en lo alto,   Pelourinho.

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La vista desde la popa.

El Mercado Modelo es el mayor centro de ventas de artesanía de Brasil, tiene 263 tiendecitas, dos restaurantes y varios bares. Todo ello en un edificio construido en 1.861 y destinado a ser la Aduana de Salvador. En 1.984 se incendió, quedó arrasado y se ha reconstruido con los moldes originales. Tiene un ambiente folclórico – turístico que lo hace muy ameno y agradable. Ahí ves de todo, las manadas de gente que sueltan los cruceros, vendedores ambulantes de casi todo, lugareños que se toman sus cervecitas, espabilados que buscan el descuido del incauto, mucho barullo, mucho calor, música, danzas, mucho barullo. Nosotros lo visitamos casi a diario.

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Vista nocturna del Mercado Modelo y el elevador de Lacerda

El elevador de Lacerda, ascensor de 70 metros de altura, comunica esta parte de la ciudad, Ciudade Baixa com a Alta y ofrece una vista panorámica privilegiada de la Bahía de Todos Os Santos. Cuesta usarlo 15 centavos, equivalente a 10 pesetas, lo usan los bahianos como medio de transporte y también los turistas como visita obligada. Fue creado por el ingeniero Antonio de Lacerda e inaugurado en 1.873. Transporta cada día a miles de personas . Nosotros siempre subimos al Pelourinho en él,  pero a la vuelta, después de cenar, se aconseja volver en taxi,  puesto que abajo te puede esperar alguna sorpresa desagradable. El barullo que reina durante el día en la zona, desaparece con la llegada de la noche y se convierte en solitaria y sospechosa.

El Pelourinho “la nuit”, el diurno aún no lo conocemos.  Todo el mundo nos ha advertido acerca de su inseguridad y que se deben tomar precauciones especiales para visitarlo de noche. Nos hemos acostumbrado a ir sin nada, ni relojes, ni cámara de fotos, ni bolso, ni nada que aparente algún valor. un poquito de dinero, sin cartera,  en el bolsillo, fotocopia del pasaporte y una tarjeta de crédito bien disimulada en otro lugar. Así hemos ido varias veces a cenar, tomar alguna caipirinha y escuchar música. Nos tocó en directo una actuación de una famosa cantante brasilera,  llamada María Rita, que nos cautivó. Hay siempre actuaciones en vivo tanto en las calles, como en los restaurantes y terrazas.

Mientras estamos cenando los turistas y los bahianos y cuando hay actuaciones, la presencia policial es muy importante y no se advierte ningún problema por ningún lado. Cuando se van acabando las cenas y la gente empieza a despejar la zona, la policía también se va y ahí aparece el fantasma de la noche. Toca retirada. Coger un taxi y marchar.

Con frecuencia ves chavales, de esos de 10 ó 12 años, buscándose la vida, acercándose al turista y señalando a sus compinches de mayor edad, al posible incauto. Son gente sin presente y sin futuro, aparentemente abandonados de la mano de Dios, en muchos casos colgados por la droga. Curiosamente hay un barrio al lado de Pelourinho al que llaman crackilandia. Por las mañanas los ves tirados, por la calle, más que dormidos inconscientes y cada poco ves a la policía llevándoselos a centros de acogida. Suponemos que es un porcentaje muy pequeño de la población,  pero es el que más se hace notar.

El Pelourinho es el casco histórico de Salvador, fue la primera capital de Brasil durante más de doscientos años. Tiene calles estrechitas, adoquinadas, maltrechas, empinadas algunas, abarrotadas de edificios históricos, iglesias, museos, tiendecitas de souvenirs y muchos botecos.

Todas las visitas a museos, iglesias, monumentos, etc. los estamos programando para hacerlos con nuestra familia cuando lleguen en Navidad.

El Centro Náutico es muy entretenido, siempre hay navegantes de altura con los que departir.

También es el punto se partida de goletas, catamaranes y escunas que hacen paseos por la bahía. Todos llevan la música a tope y mucho barullo. Algunos incluso con un grupo de maracatú, tambores de estilo africano, música rítmica, sabor a Brasil, sobre todo los sábados y domingos.

El día de la boya, hubo una concentración y regata de saveiros, antiguas embarcaciones a vela para transporte de mercancías. Hoy en día quedan unas 20 ó 30 que siguen navegando,  sin motor,  por la bahía.

No vimos la regata pero si la remontada de estos saveiros por el río Paraguaçu.

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Ojo a los mástiles de carbono

Ahora están llegando los de la Regata – convoy El Soleil, una organización francesa que aglutina a unos 40 barcos que desde Francia vienen al Amazonas, con todo organizado, atraques, visados, permisos, seguridad privada cuando es necesaria, sobre todo en el Amazonas, etc. Según van llegando, sea la hora que sea, se les recibe con cohetes y bocinas, esto parece Valencia en Fallas. Los primeros en llegar tuvieron un recibimiento especial con frutas exóticas, bahiana ataviada con traje regional y recibimiento oficial.  A propósito, los bahianos son muy aficionados a los petardos y cohetes, los tiran en cualquier celebración, como los valencianos.

Sin más que reseñar, en Salvador de Bahía, a 16 de Diciembre de 2.009